“Espíritu santo, te doy gracias por tu llamado de amor, porque me permites
colaborar con tu obra y me das fuerza para servirte. Acepto la misión que
me has confiado para extender el Reino de Jesús. Quiero mirar el mundo
con los ojos de Jesús, con la luz del Evangelio.
Ayúdame Espíritu Santo, a reconocer los desafíos del mundo de hoy, para
que pueda ofrecer mi humilde aporte, en un mundo que está perdiendo,
enséñame a comunicar el estilo de vida de tu Evangelio. En un mundo
donde muchos te buscan, pero equivocan el camino, ayúdame a mostrar la
belleza de tu Palabra con todas sus exigencias. En un mundo donde
muchos hermanos sufren injustamente la miseria y son excluidos de la vida
social, transfórmame en un instrumento de solidaridad y de justicia.
En un mundo donde crecen el individualismo, la competencia y las
divisiones, conviérteme en un instrumento de diálogo, de unidad y de paz.
Ven Espíritu Santo.
Amén
Acepta la mirada del Dios que te ama. Acepta tus nuevos ojos para mirar al ser humano, al mundo, para verle a él y conocer su voluntad. No es momento de preguntas sino de permanecer en calma ante Dios, de sentir ser mirados, y quedar abrazados a la Palabra que nos salva.
La Luz del Espíritu y la fortaleza de la Palabra nos enseñarán a contemplar las cosas desde Dios y a acoger en la vida lo que es conforme al Evangelio de Jesús.
1- Posición y relajación del cuerpo, en pie, sentados o arrodillados cada uno asumiendo la postura que favorezca más su concentración. Lo importante, independientemente de la posición que se adopte, es colocarnos con la actitud de un ser ante su Creador y Padre, rodeados y acogidos por su fortaleza y ternura y transportados al tiempo eterno.
2- Cerrar los ojos. Calmar toda emoción. Silenciar toda actividad mental discursiva e imaginativa. Alcanzar el máximo de intensidad para, como sugiere el Papa Francisco sentir que “La oración no es magia, sino un confiarse en el abrazo del Padre. Tú debes orar a quien te engendró, al que te dio la vida a ti concretamente”.
3- Desde esa actitud, sintiendo como dice Francisco que “tenemos un Padre cercanísimo que nos abraza”, recitamos el Padrenuestro de forma sentida:
Versión en Latín:
4- A continuación, siguiendo la indicación de nuestro padre San Bernardo que dice que “ésta es la voluntad de Dios: quiere que todo lo tengamos por María”, rezaremos el Ave María.
5- Continuamos centrando la atención dentro de nosotros mismos, en el corazón, tratando de sentir la presencia del Espíritu de Dios en él. Y así, siguiendo el ritmo de la respiración, según el método de Oración Hesicasta decimos interiormente: