¡Cristo vive! Aquel pescador de Galilea, aquel hombre que negó a su Maestro hasta tres veces, aquel que se quedó dormido mientras Jesús oraba amargamente en el huerto de los olivos, se nos presenta hoy ante el pueblo, hablando sin miedo, contando lo que ya ha vivido y conocido: la gloria de la Resurrección. Porque otros grandes profetas murieron y ahí están sus tumbas, pero el Cristo Jesús está vivo. Pedro lo ha visto, los Apóstoles lo han visto, las mujeres lo han visto... Ahí está su sepulcro vacío ¿Queréis más pruebas de que es el Mesías, el Hijo de Dios que había de venir para salvarnos del pecado? ¡Ha vencido a la muerte! ¿Dónde está el Pedro temeroso? ¿Dónde ha ido el que le negó? Ahora Pedro es otro hombre, nuevo, alegre, valiente. Se ha transformado ¡porque ha creído! Ha experimentado lo que es la Resurrección de Jesús y su vida ya no será la misma. ¿Y tú? ¿Y yo? ¿Y nosotros? Hoy deberíamos estar dando saltos de alegría porque la Luz ha vencido a las tinieblas, porque todo lo que se nos prometió se ha cumplido ¡CRISTO VIVE! Al igual que Pedro, los Apóstoles y las Santas Mujeres, nosotros debemos salir a contar lo que hemos visto, contagiar de nuestra alegría a los hermanos y ser “la sal del Mundo” que el mismo Jesús nos dijo. ¡Aleluya, ha resucitado! San Mateo nos narra lo que sucedió en los primeros momentos tras la Resurrección. Mientras las Mujeres corrían a dar la Buena Nueva a los Discípulos, las autoridades intentaban con malas artes (soborno incluido) tapar la realidad, engañar al pueblo, negar la evidencia del sepulcro vacío. Para unos se había producido la promesa de Dios, mientras que otros solo veían peligrar sus puestos de poder. Durante tres años Cristo había predicado en público su Doctrina, había hablado de amor, de libertad. Había señalado con el dedo las injusticias, la opresión. Había puesto en igualdad a todos los hombres. Y a ojos de todo el mundo había curado enfermos y perdonado a pecadores. Entre los dirigentes del pueblo se había creado un malestar que terminaría con la detención y la muerte del Justo. Sus enemigos debieron pensar que acabando con su vida pronto sería olvidado. Pero se equivocaban: todo eso debía suceder (como anunciaron los Profetas) para glorificar al Hijo de Dios. Con la Resurrección de Jesús todos los planes del mal se vinieron abajo y triunfó la vida sobre la muerte ¡Esa es la realidad de nuestra Fe! Hoy, con un mundo convulso como el que vivimos en la actualidad, entre guerras, pobreza y enfermedades, debemos aferrarnos a la Verdad del sepulcro vacío. No debemos prestar atención a quienes quieren engañarnos ensuciando el Nombre de Dios y de su Iglesia. Tenemos que permanecer firmes como los primeros cristianos porque nuestra realidad se fundamenta en la vida, en la resurrección, en aquella mañana jubilosa en la que las mujeres y los discípulos vieron, comprendieron y creyeron. ¡Feliz Pascua de Resurrección a todos!
Acepta la mirada del Dios que te ama. Acepta tus nuevos ojos para mirar al ser humano, al mundo, para verle a él y conocer su voluntad. No es momento de preguntas sino de permanecer en calma ante Dios, de sentir ser mirados, y quedar abrazados a la Palabra que nos salva.
La Luz del Espíritu y la fortaleza de la Palabra nos enseñarán a contemplar las cosas desde Dios y a acoger en la vida lo que es conforme al Evangelio de Jesús.
1- Posición y relajación del cuerpo, en pie, sentados o arrodillados cada uno asumiendo la postura que favorezca más su concentración. Lo importante, independientemente de la posición que se adopte, es colocarnos con la actitud de un ser ante su Creador y Padre, rodeados y acogidos por su fortaleza y ternura y transportados al tiempo eterno.
2- Cerrar los ojos. Calmar toda emoción. Silenciar toda actividad mental discursiva e imaginativa. Alcanzar el máximo de intensidad para, como sugiere el Papa Francisco sentir que “La oración no es magia, sino un confiarse en el abrazo del Padre. Tú debes orar a quien te engendró, al que te dio la vida a ti concretamente”.
3- Desde esa actitud, sintiendo como dice Francisco que “tenemos un Padre cercanísimo que nos abraza”, recitamos el Padrenuestro de forma sentida:
Versión en Latín:
4- A continuación, siguiendo la indicación de nuestro padre San Bernardo que dice que “ésta es la voluntad de Dios: quiere que todo lo tengamos por María”, rezaremos el Ave María.
5- Continuamos centrando la atención dentro de nosotros mismos, en el corazón, tratando de sentir la presencia del Espíritu de Dios en él. Y así, siguiendo el ritmo de la respiración, según el método de Oración Hesicasta decimos interiormente: