Día 13 Nuestra Señora de Fátima. Recordemos: Mes de Mayo y de Ntra. Madre. Día 15 San Isidro Labrador (Felicitamos, recordamos y pedimos en nuestras oraciones por nuestros Hermanos de la Encomienda Templaria de Madrid). Olvidemos todo lo que hemos aprendido en esta vida. Tenemos el poder de crear el infierno o el cielo. Cada vez que cerramos los ojos y los volvemos a abrir, podemos ver el mundo de una manera distinta. Todo es susceptible de verse de otra forma. Os invito a cerrar los ojos, resetear la mente, empezar de nuevo y volver a abrirlos. Mira a tu alrededor, y verás amor que emana de los árboles, del Cielo, de la luz. Percibirás amor que emana de todas las cosas, incluso de ti mismo y de otros seres humanos. Aun cuando estén tristes o enfadados, podrás ver que detrás de sus sentimientos también envían amor. Utiliza esa nueva mirada para verte a ti mismo, siendo feliz, disfrutando de la vida, libre de conflictos contigo mismo y con los demás. No tienes miedo a nada, te ríes de todo. Sabes qué quieres, cuándo lo quieres y tienes libertad para cambiar tu vida. No temes pedir lo que necesitas. Vives sin miedo a ser juzgado. No te dejas llevar por otras personas. No sientes la necesidad de controlar a nadie y de que nadie te controla. Vives sin juzgar a nadie, te desprendes de los juicios que sueles hacer de los demás y los perdonas con facilidad. No sientes la necesidad de tener razón, ni de corregir a nadie. Te respetas a ti mismo y a los demás, y a cambio ellos te respetan a ti. No tienes miedo a amar y no ser correspondido. No temes el rechazo. Eres capaz de decir “Te quiero” sin vergüenza y sin justificación. Puedes andar por el mundo con el corazón abierto y sin temor a que te hieran. Te amas a ti mismo, tu cuerpo, tus emociones, tus pensamientos. Te sientes perfecto porque Dios te ha creado. Todo esto es posible. Puedes vivir en este estado de “Gracia” que Dios te ha dado. Cuando realmente sepas qué es vivir en estado de Gracia lo adorarás, no lo querrás abandonar. Al contrario lo entrenarás y lo fomentarás. Jesús nos habló del Reino de los Cielos, del reino del amor, el pan de vida, pero nadie estaba preparado para oírlo “el que tenga oídos que oiga”. Sus corazones estaban vacíos, no sentían amor, no sentían paz, tenían hambre de pan y sed de justicia. El mundo es precioso y la vida resulta fácil cuando haces del amor tu forma de vida. Es posible amar todo el tiempo si uno elige hacerlo. El amor en acción genera felicidad, trae la paz interior y cambiará tu percepción de ver las cosas. Te invito a hacer esta profunda reflexión y ponerla en práctica hoy mismo. Veamos todo con los ojos del amor. El amor te rodea por todas partes. Cuando vives así la bruma y las tinieblas se disipan. Es el Reino de Dios. Lo que estamos buscando.
Cuando salió Judas del cenáculo, dijo Jesús: Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará. Hijitos, me queda poco de estar con vosotros. Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también unos a otros. En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os amáis unos a otros.
El evangelio es corto pero muy claro. El mensaje de Jesús, el Reino de Dios está e esta vida y es sencillo. Se resume en amar. Amar las cosas, la naturaleza, a los demás, y por lo tanto amarse a uno mismo de forma previa.
Dios me está pidiendo que ame a los demás como él me ha amado. Ante este mandato debo reflexionar profundamente, iniciando mi reflexión conmigo mismo: ¿me amo a mí mismo?
El amor es lo que nos acerca y aleja de Dios, de su Reino. Es lo que hace que nuestra vida sea un cielo o un infierno.
Acepta la mirada del Dios que te ama. Acepta tus nuevos ojos para mirar al ser humano, al mundo, para verle a él y conocer su voluntad. No es momento de preguntas sino de permanecer en calma ante Dios, de sentir ser mirados, y quedar abrazados a la Palabra que nos salva.
La Luz del Espíritu y la fortaleza de la Palabra nos enseñarán a contemplar las cosas desde Dios y a acoger en la vida lo que es conforme al Evangelio de Jesús.
1- Posición y relajación del cuerpo, en pie, sentados o arrodillados cada uno asumiendo la postura que favorezca más su concentración. Lo importante, independientemente de la posición que se adopte, es colocarnos con la actitud de un ser ante su Creador y Padre, rodeados y acogidos por su fortaleza y ternura y transportados al tiempo eterno.
2- Cerrar los ojos. Calmar toda emoción. Silenciar toda actividad mental discursiva e imaginativa. Alcanzar el máximo de intensidad para, como sugiere el Papa Francisco sentir que “La oración no es magia, sino un confiarse en el abrazo del Padre. Tú debes orar a quien te engendró, al que te dio la vida a ti concretamente”.
3- Desde esa actitud, sintiendo como dice Francisco que “tenemos un Padre cercanísimo que nos abraza”, recitamos el Padrenuestro de forma sentida:
Versión en Latín:
4- A continuación, siguiendo la indicación de nuestro padre San Bernardo que dice que “ésta es la voluntad de Dios: quiere que todo lo tengamos por María”, rezaremos el Ave María.
5- Continuamos centrando la atención dentro de nosotros mismos, en el corazón, tratando de sentir la presencia del Espíritu de Dios en él. Y así, siguiendo el ritmo de la respiración, según el método de Oración Hesicasta decimos interiormente: