Orar atentos a la llamada de Dios La aceptación del pagano Cornelio, con su familia, en el seno de la comunidad cristiana, provoca una reacción de resistencia en una parte de los cristianos de Jerusalén. El hecho pone de manifiesto dos cosas: 1. El punto álgido de la dificultad, más que la circuncisión, era el compartir mesa con los paganos. ¿Cómo celebrar la Eucaristía, si ésta, habitualmente, se tenía en el marco de una comida? ¿Cómo mantener la unidad de la fe entre dos comunidades separadas en su liturgia? 2. Los hermanos más apegados a la tradición judía no discuten la autoridad de Pedro, sino su prudencia al intervenir en este caso concreto. Pedro les explica, cronológicamente lo sucedido. Estaba en oración; vino el Espíritu y se acordó de lo que le había dicho el Señor. Hoy día ante las dificultades, el orden puede ser el mismo. Orar, atentos a la llamada de Dios sin cerrarnos a nosotros mismos y sin manifestar suficiencia ni altivez. Reconocer lo que sucede y descubrir los signos de los tiempos, pues Dios sigue actuando. Recordar la palabra de Jesús, porque en ella y en su vida tenemos el discernimiento para obrar. ¿Puede un buen cristiano oponerse a lo que manifiestamente viene de Dios? Con estas actitudes y sin dejarse ganar por el desaliento o la irritación ante los prejuicios de hermanos que no entienden y retrasan con su resistencia la misión, los cristianos encontrarán serenidad, alegría y capacidad para alabar a Dios, porque el Señor sigue hoy concediendo la conversión que lleva a la vida. Mi alma tiene sed de ti, Dios vivo Hay en este salmo una sentida súplica. Una persona fiel se encuentra lejos del templo y, cercado por el enemigo, desea con toda el alma ver el rostro de Dios, visitarle en su templo. La sed de Dios y el ansia de ver su rostro pueden vivirse, de momento, en el encuentro con Jesucristo en la Eucaristía. La puerta de salvación Los judíos esperaban al Mesías anunciado por los profetas. Unos, como Rey que triunfaría sobre todos los enemigos de Israel e implantaría su reinado universal y perfecto. Otros, como Siervo doliente que cargaría con los pecados del pueblo. Algunos, en fin, como Pastor verdadero que agruparía a los judíos dispersos por el mundo. Juan señaló a Jesús como Siervo y Cordero de Dios. Jesús se presentará como Rey en la Pasión. Ahora lo hace como Pastor que viene en nombre de Dios a reunir las ovejas dispersas. Los pastores de Israel son ladrones que se aprovechan de sus puestos de dirigentes y no aman a las ovejas. No se ocupan del rebaño; no apacientan a las ovejas ni fortalecen a las débiles; no cuidan a las enfermas ni cuidan a las heridas; no hacen volver a las descarriadas ni buscan a las perdidas, sino que las dominan con violencia y dureza. De esta manera las ovejas se dispersan por falta de pastor. Esto se va a terminar con Jesús, ya que es el pastor y mediador único, que permite llegar hasta pastos a las ovejas. Él es la puerta del redil. No hay otra puerta de salvación para entrar en la casa del Padre. Jesús explica las relaciones que hay entre Él y sus ovejas. Las llama por su nombre. Las conoce una a una y a su vez es conocido por ellas. Las saca a los pastos. Todo esto indica una intimidad, una entrega total. El pastor no ve en las ovejas su negocio y prosperidad, las ama y está dispuesto a dar la vida por ellas para que así tengan vida abundante. ¿Cuál es tu puerta de salvación? ¿Cómo afronto las dificultades que surgen a diario? Estos Evangelios y reflexión han sido extraídos de “Dominicos”, hecho público en  Dominicos
Acepta la mirada del Dios que te ama. Acepta tus nuevos ojos para mirar al ser humano, al mundo, para verle a él y conocer su voluntad. No es momento de preguntas sino de permanecer en calma ante Dios, de sentir ser mirados, y quedar abrazados a la Palabra que nos salva.
La Luz del Espíritu y la fortaleza de la Palabra nos enseñarán a contemplar las cosas desde Dios y a acoger en la vida lo que es conforme al Evangelio de Jesús.
1- Posición y relajación del cuerpo, en pie, sentados o arrodillados cada uno asumiendo la postura que favorezca más su concentración. Lo importante, independientemente de la posición que se adopte, es colocarnos con la actitud de un ser ante su Creador y Padre, rodeados y acogidos por su fortaleza y ternura y transportados al tiempo eterno.
2- Cerrar los ojos. Calmar toda emoción. Silenciar toda actividad mental discursiva e imaginativa. Alcanzar el máximo de intensidad para, como sugiere el Papa Francisco sentir que “La oración no es magia, sino un confiarse en el abrazo del Padre. Tú debes orar a quien te engendró, al que te dio la vida a ti concretamente”.
3- Desde esa actitud, sintiendo como dice Francisco que “tenemos un Padre cercanísimo que nos abraza”, recitamos el Padrenuestro de forma sentida:
Versión en Latín:
4- A continuación, siguiendo la indicación de nuestro padre San Bernardo que dice que “ésta es la voluntad de Dios: quiere que todo lo tengamos por María”, rezaremos el Ave María.
5- Continuamos centrando la atención dentro de nosotros mismos, en el corazón, tratando de sentir la presencia del Espíritu de Dios en él. Y así, siguiendo el ritmo de la respiración, según el método de Oración Hesicasta decimos interiormente: