Comenzamos una nueva semana y seguimos en tiempo de Pascua, un periodo más largo que el de Cuaresma pues necesitamos rumiar, tomar conciencia e interiorizar el acontecimiento central de nuestra fe: la Resurrección. Me da la impresión de que la Pascua no la vivimos con la misma intensidad que la Cuaresma, porque quizá nos resulta más fácil sintonizar con el sufrimiento y el dolor y no tanto con el gozo y la alegría. Y a esto precisamente estamos invitados a vivir en este tiempo: la resurrección de Jesucristo es también la nuestra, su gozo y su alegría es su regalo para nosotros. Los discípulos necesitaron su tiempo de escuela con Jesús para asimilar este misterio que al final transformó radicalmente sus vidas y, cuando lo hicieron, el Maestro ascendió a los cielos, acontecimiento que celebraremos el próximo domingo. Durante esta semana el Evangelio de Juan se hace eco de este anuncio de Jesús: Él se va, pero no nos deja huérfanos; el Defensor, el Espíritu Santo estará siempre con nosotros. Precisamente este Espíritu es el que impulsa a Timoteo, Pablo y Silas en la primera lectura de hoy a embarcarse rumbo a la provincia romana de Macedonia para anunciar a Jesús resucitado en Filipos, primera ciudad europea que visitan, conquistada por el padre de Alejandro Magno (Filipos) en el año 355 a. C. Allí nadie nunca ha oído hablar de Jesús, pero la fuerza, el coraje y la audacia del Espíritu Santo, lleva a estos misioneros a anunciar a Cristo en la orilla de un río donde Lidia, primera creyente de Europa, acogió el mensaje de salvación con el “corazón abierto”. Jesús nos promete hoy su Espíritu, el Espíritu de la verdad. Nos estamos solos. Jesús nos dice hoy “desde el principio estáis conmigo”. Este espíritu Defensor, nos cuida, nos protege, nos ayuda a dar testimonio, a no tener miedo, a ser valientes como Timoteo y Pablo, a tener el corazón abierto como Lidia. Hay una condición: hay que estar receptivos y atentos para dejar al Espíritu posarse sobre nosotros, y para ello necesita su espacio en nuestro interior. Pídele hoy al Señor que te ayude a vaciarte de todo aquello que estorba en el trastero de tu corazón para que su Espíritu pueda acampar a sus anchas. ¡Ven Espíritu Divino! Estos Evangelios y reflexión han sido extraídos de “Ciudad Redonda”, hecho público en https://www.ciudadredonda.org/calendario-lecturas/evangelio-del-dia/?f=2022-05-16 Ciudad Redonda
Roerich que fue, sin lugar a dudas, uno de los hombres más
extraños y valiosos que nos ha legado el último milenio, había
nacido en Rusia, en la vieja San Petersburgo, el 27 de diciembre de
1847. Su padre, un renombrado notario; su madre, María
Kalashikova, pertenecía a una antigua familia de la nobleza rusa.
Su infancia transcurrió en Isvara, en plena naturaleza, donde a
menudo, en la soledad, comenzó e escuchar el susurro del viento
iniciador y a sentir vibrar la tierra y el cielo con el espíritu de la
vida. Como Leonardo y tantos otros, Roerich encontró en la Madre
Naturaleza a su primer y único Maestro.
El 28 de octubre de 1901, Roerich contrae matrimonio con Helen
Ivanovna, hija del archiduque Chapochnikov. Ella sería su
compañera inseparable en la aventura y en la obra espiritual que
más tarde ambos emprenderían.
Abandonó su patria poco después de la Revolución de octubre, y
fue a instalarse, aunque solo provisionalmente en la vecina
Finlandia.
En marzo de 1919 expone en Helsinki. Este mismo año, encuentra
en Londres a Rabindranath Tagore.
En 1920, invitado por el Dr. Robert Harshe, del Instituto de Arte de
Chicago, Roerich llega a Nueva York. Presenta exposiciones en
veintinueve ciudades de América. Da conferencias, se entrevista
con grandes hombres del mundo de las artes, de la política, de la
ciencia, y entabla amistad con Huxley, Einstein y Millikan, con
quienes mantendría una nutrida correspondencia durante el resto
de su vida.
Cuando ya era conocido en Europa y América como poeta, pintor y
decorador de teatro. Abandonó súbitamente una vida que parecía
volcada en la fama, y emprendió una misión de conocimiento
profundo por Asia Central, acompañado de toda su familia. ¿Por
qué dejó todo por aquel viaje?
En agosto de 1925, su expedición partía de Cachemira y atravesaba
en septiembre las cumbres de Karacorum. Desde 1928, fijó su
residencia en Nagar en el valle del río Kulu, precisamente en las
inmediaciones de Cachemira, del Ladath y el Tibet. Allí vivió
pintando y respirando profundamente el pensamiento superior
hasta su muerte que tuvo lugar en 1947.
En 1930 funda junto a su esposa Helena la Agni Yoga Society,
inspirada por los “Adeptos de Oriente”. Helena Roerich fue también
la primera traductora al ruso de la obra La Doctrina Secreta de
Blavatsky.
En 1931 tiene lugar en Brujas, Belgica, la primera convención
internacional sobre el Pacto y Bandera de la Paz.
El Agni Yoga dice:El Agni Yoga dice:
No dividáis el mundo en Norte y Sur, ni en Oeste y Este, mas
distinguir dondequiera, entre el viejo mundo y el nuevo. El viejo y
el nuevo mundo difieren en desarrollo de conciencia y no en
aspecto exterior”.
“En el nombre de la Belleza y del Conocimiento, el muro que separa
a Occidente de Oriente se ha desplomado”.
Una Luz inextinguible brilla. Desde la profundidad de Asia vibra la
nota del sagrado llamamiento: “Kalagiya”: “¡Venid a Shambhala!”.
Pacto y Bandera de la Paz
El pacto Roerich es una Alianza Cultural que proporciona la fuerza
necesaria para la unidad y la paz del mundo.
La humanidad está a un paso del advenimiento de sucesos de
grandeza cósmica. Ya se ha dado cuenta de que nada de lo que
ocurre es accidental. Ha llegado el momento de edificar la Cultura
del Futuro.
Bajo la Bandera de la Paz, la humanidad podría seguir su curso
hacia la cultura Suprema, en una misión pacífica y poderosa: en
Hermandad. Sin duda dentro de nuestro corazón hemos sentido
surgir una oración por la Unidad, la Hermandad y la Paz. Esto
puede lograrse con la Belleza, en este momento y aquí.
Un intento de confraternización internacional, a través del
Proyecto Roerich Pact and Banner of Peace (Pacto y Bandera de la
Paz) fue inaugurado por el artista en los albores de los años treinta.
En 1931 se llevó a cabo en Brujas, Bélgica, la primera convención
internacional del Pacto Roerich. Este proyecto, lanzado en Nueva
York en las Naciones Unidas, recibió la entusiasta adhesión de
Alberto I, rey de Bélgica, Rabindranath Tagore, Maurice Maeterlink
y el propio presidente Franklin Delano Roosevelt. El citado
proyecto estipula que todas las instituciones educativas, artísticas,
científicas o religiosas y que todos los lugares que posean una
significación o un valor cultural o histórico deban ser reconocidos como
centros inviolables y respetados por todas las naciones, tanto en tiempo
de guerra como de paz.
Con este objeto, un tratado fue establecido con la finalidad de ser
firmado por todas las naciones del globo. El propio Roerich diseñó
el símbolo que llegó a ser conocido como la Bandera de la Paz y de
la Cultura. Un círculo rojo con tres puntos del mismo color insertos
en un fondo blanco que representaba la protección de la cultura en
caso de conflagración, al mismo tiempo que el de las zonas neutras
en los tiempos de guerra. El símbolo aparece ya hace 9.000 años en
el período Paleolítico, pero los científicos de la NASA lo reconocen
como la forma primigenia de formación de la Galaxia: tres
explosiones simultáneas dentro de un campo gravitacional circular.
Es pues, un claro mensaje de que la formación y preservación de la
Vida está indisolublemente unida a la Paz. En nuestro pequeño
planeta el símbolo siempre ha estado ligado a los aspectos más
luminosos y positivos de la evolución humana. Preservarlo y
difundirlo con ese significado es una labor que nos concierne a
todos.
Al respecto Roerich escribió: “La Humanidad se ha acostumbrado a
la Cruz Roja. Este bello símbolo ha penetrado en la vida y ha
permitido a la existencia afirmar el concepto de humanitarismo”.
La misma realización del espíritu humanitario debe rodear a la
Bandera de la Cultura. Este símbolo sagrado había sido encontrado
en todas las civilizaciones y en todos los tiempos. Es uno de los
más antiguos símbolos de la India: Chitamani, esa joya caída de los
cielos semejante al Santo Grial, se encuentra en el Templo del Cielo
de PeKín, se descubre también entre los tres tesoros del Tíbet, en
el pecho de Cristo, en la célebre pintura de Memling, en la Madona
de Estrasburgo, en los escudos de los Caballeros Cruzados y
Templarios, en la espada del Cáucaso, es el símbolo que portaba en
el anillo Gengis Khan, y asimismo Rygden-Gyeppo (el Rey de
Shambhala), aparece igualmente en tankas tibetanos, en el blasón
de algunos papas, en iconos rusos, en el escudo de la villa de
Samarkanda, en antiguos objetos coptos etíopes, tibetanos,
mongoles e incluso en vestigios neolíticos.
Ningún emblema podía significar de forma tan universal los
elevados ideales de confraternización y de paz a través de la
cultura. Es también el símbolo de la Nueva Era del Corazón y será,
con toda posibilidad, muy conocido y respetado en los tiempos por
venir, en ese siglo XXI.
Esta primera Convención celebrada en Brujas suscitó un vivo
interés entre las numerosas autoridades del mundo de la ciencia y
de la cultura. En el año 1932 se llevó a cabo una segunda
convención en la misma ciudad, donde fue creada la Fundación
Roerich para la Paz. Representantes de gobiernos, civiles y
militares, pensadores, humanistas y hombres vinculados al mundo
de lo religioso, asistieron a ambas convenciones.
El 17 y 18 de noviembre de 1933, una tercera convención tuvo
lugar en Washington. Treinta y cinco naciones fueron
representadas. Un mes más tarde, los miembros de la Séptima
Conferencia de la Unión Panamericana firmaron la resolución
unánimemente y aceptaron el Pacto de la Paz. El 14 de abril de
1935, ese pacto fue firmado por el presidente de los Estados
Unidos, F. Delano Roosevelt, en la Casa Blanca, y por veinte
repúblicas de América Latina.
Henry Wallace, entonces secretario de Agricultura y más tarde
vicepresidente de los Estados Unidos, mostró un vivo interés por la
personalidad y la obra monumental de Nicolás Roerich, así como
por el legado espiritual de Oriente. Todo parece indicar que Wallace
llegó a ser su discípulo y que los Mahatmas de Asia Central veían
con buenos ojos las disposiciones humanitarias de este hombre de
estado.
Por desgracia, la misión de Wallace, inspirada por el propio Roerich
y apoyada por el Invisible Colegio de los Mahatmas, fracasó entre
absurdos convencionalismos patrióticos y la estrechez de
pensamiento. En 1947, algunas cartas escritas por Nicolás Roerich
fueron utilizadas por sus adversarios para desacreditarle,
acusándole absurdamente de ¡perniciosa tendencia procomunista!
El propio Hery Wallace escribió estas palabras que revelan las
enseñanzas de su maestro, y que hubieran caracterizado su obra
ulterior: “La búsqueda, ya se trate de la Palabra Perdida, del Santo
Cáliz o de las posibilidades de la era Futura, es un objetivo de
suprema importancia. El resto es deber del Karma. Pero con
seguridad cada uno de nosotros es un posible Galahad. Así,
debemos luchar por el Cáliz y la Llama que lo Ilumina…”.
Curiosas palabras las de este singular hombre de estado, llenas de
Verdad, de esa Verdad sempiterna que es origen y final de toda
búsqueda, individual o colectiva de los hombres. Pero los intentos
pacificadores de Roerich y de su discípulo, como los del conde
Saint-Germain o del Gran Cagliostro durante la Revolución
Francesa, sucumbieron bajo el más temible de los enemigos del
hombre: el egoísmo.
El propósito del Pacto y la Bandera de la Paz
Proteger el patrimonio cultural de la Humanidad, (ciencias, artes,
religiones) y a las minorías étnicas del rechazo a que se ven
sometidos constantemente por aquellos que por ser de otra raza,
color, o por el mero hecho de pensar diferente, los marginamos o
acosan y los privan de sus derechos más fundamentales, como son,
el de la libre expresión y en muchos casos la vida.
Proteger la paz, la belleza y la armonía, y crear las condiciones
necesarias para la Nueva Era. Roerich ha enseñado a amar la
alegría del servicio, para que la conciencia humana se desarrolle,
para que se purifique el ambiente y, mediante la cultura, lucha la
paz, para toda la humanidad y para todos los tiempos.
Cultura es amor a la humanidad, es la fragancia, la unidad y la
belleza de la vida, es un poder motivador, dirige nuestro esfuerzo
hacia el estudio retraído, hacia la perfección y acumulación de todo
lo que eleva y refina la conciencia. La cultura posee “omnipotencia
como único instrumento para la paz permanente del mundo”. Es el
medio para adquirir el conocimiento necesario para un
entendimiento mutuo con todos nuestros vecinos del mundo.
“Conoce a tu vecino”.
Apreciar y valorar la cultura puede asegurar el entendimiento
mutuo para lograr la necesaria unidad y la paz permanente.
En realidad “la cultura no pertenece a ningún hombre, grupo,
nación ni época”. Es propiedad común de toda la humanidad y la
herencia de las generaciones. Es la creación constructiva del
esfuerzo humano. Ella transciende todos los obstáculos, prejuicios
e intolerancias. Es la más elevada percepción de la Belleza y del
Conocimiento.
Sin cultura no hay verdad, no hay unidad, no hay paz. Al mismo
tiempo, la Cultura debe ser enseñada a todas las generaciones y
todas ellas deben patrocinarla. Debe ser sagrada e inviolada por la
mente y la mano del hombre. La humanidad debe dedicarse a
alcanzar esa meta benéfica.
El la actualidad, la Bandera de la Paz es una ONG de las Naciones
Unidas, fundada en 1975 y extendida por 75 países, que no
representa ninguna ideología política, credo o religión en
particular, y que ha sido distinguida por esa Organización debido a
su labor a favor de la paz en diferentes países. Así, la obra de
Nicolás Roerich fue propuesta al Nobel de la Paz en 1997, en la
persona de su presidenta en la actualidad la actriz mexicana Alicia
Rodríguez. Nacida en Málaga y exiliada en México, preside el
Comité Internacional de la Bandera de la Paz desde 1986,
pretendiendo que todos adquieran un compromiso personal con la
paz en la vida práctica del día a día.
Quiero terminar con la introducción que hace el escritor Juan G.
Atienza en un artículo de Mundo Desconocido de 1979, sobre la
vida de N. K. Roerich.
Durante seis días escasos del mes de marzo de 1979, la Universidad
Autónoma de Madrid organizó, con la colaboración de la embajada
de Bulgaria, una tímida exposición en homenaje a la vida y a la
obra de Nikolai K. Roerich. Antes de que transcurrieran los seis
días previstos, la exposición no tenía un solo visitante y los pocos
documentos de que constaba, pegados con esparadrapos a las
paredes de la sala, se habían caído sin que nadie se preocupase de
volverlos a colocar debidamente. Nadie –o tan pocos que su número
no cuenta- había acudido a aquella única, solitaria y silenciosa
llamada de reconocimiento a uno de los hombres más
representativos del siglo XX.
Bibliografía:
-
- El Corazón de Asia, por Nicolás Roerich
- Shambhala, por Nicolás Roerich
- Revista Agni Yoga 1995
- El Viajero del Silencio, por Juan G. Atienza (revista “Mundo Desconocido” nº 49)
- Otros artículos de prensa y revistas.
http://banderadelapaz.org/bandera/pacto.shtml
Acepta la mirada del Dios que te ama. Acepta tus nuevos ojos para mirar al ser humano, al mundo, para verle a él y conocer su voluntad. No es momento de preguntas sino de permanecer en calma ante Dios, de sentir ser mirados, y quedar abrazados a la Palabra que nos salva.
La Luz del Espíritu y la fortaleza de la Palabra nos enseñarán a contemplar las cosas desde Dios y a acoger en la vida lo que es conforme al Evangelio de Jesús.
1- Posición y relajación del cuerpo, en pie, sentados o arrodillados cada uno asumiendo la postura que favorezca más su concentración. Lo importante, independientemente de la posición que se adopte, es colocarnos con la actitud de un ser ante su Creador y Padre, rodeados y acogidos por su fortaleza y ternura y transportados al tiempo eterno.
2- Cerrar los ojos. Calmar toda emoción. Silenciar toda actividad mental discursiva e imaginativa. Alcanzar el máximo de intensidad para, como sugiere el Papa Francisco sentir que “La oración no es magia, sino un confiarse en el abrazo del Padre. Tú debes orar a quien te engendró, al que te dio la vida a ti concretamente”.
3- Desde esa actitud, sintiendo como dice Francisco que “tenemos un Padre cercanísimo que nos abraza”, recitamos el Padrenuestro de forma sentida:
Versión en Latín:
4- A continuación, siguiendo la indicación de nuestro padre San Bernardo que dice que “ésta es la voluntad de Dios: quiere que todo lo tengamos por María”, rezaremos el Ave María.
5- Continuamos centrando la atención dentro de nosotros mismos, en el corazón, tratando de sentir la presencia del Espíritu de Dios en él. Y así, siguiendo el ritmo de la respiración, según el método de Oración Hesicasta decimos interiormente: