Los evangelios diarios de esta semana son una guía de nuestro comportamiento personal, enseñándonos cómo debemos comportarnos.
1º.- Perdonar. Debemos saber perdonar. Corregir al errado y perdonar. Por otra parte debemos evitar escandalizar a los demás.
2º.- Ser agradecido y humilde. El evangelio nos llama siervos inútiles. Debemos humildad y gratitud. Ante Dios no somos nadie. No somos dueños de nuestras vidas, por lo tanto, el agradecimiento debe de ser parte de nuestra vida, al igual que el samaritano curado de lepra.
3º.- Prepararse para la venida de Dios. El Reino de Dios está con nosotros. Está en nuestras vidas y debemos buscarlo. No debe preocuparnos el cuándo lo descubriremos, sino cómo nos preparamos para su venida.
4º.- Pedir y orar. Dios no es sordo ni ciego. Es un dios que escucha y responde. Debemos preguntarnos si somos perseverantes en nuestras oraciones.
5º.- Permanecer fieles a nuestra fe. ¿Acaso nos acordamos de Jesús sólo cuando estamos en apuros? Debemos permanecer fieles a nuestra fe.
Dijo Jesús:
Cuando hayan pasado los sufrimientos de aquellos días, el sol se oscurecerá y la luna perderá su brillo; las estrellas caerán del cielo y las fuerzas celestes se estremecerán. Entonces se verá llegar al Hijo del hombre en las nubes con gran poder y gloria. Y él enviará a los ángeles para que convoquen a sus elegidos de los cuatro puntos cardinales, del confín de la tierra hasta el confín del cielo. Fijaos en el ejemplo de la higuera: cuando veis que sus ramas se ponen tiernas y comienzan a brotarles las hojas, conocéis que el verano está cerca. Pues de la misma manera, cuando veáis esto que os anuncio, sabed que el fin está cerca, a las puertas. Os aseguro que no pasará la actual generación hasta que todo esto acontezca. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.
En cuanto al día y la hora, nadie sabe nada, ni los ángeles del cielo ni el Hijo. Solamente el Padre lo sabe.
Jesús habla de la venida del Hijo del hombre.
Jesús no quiere meternos miedo, sino fortalecer nuestra fe. El cielo y la tierra pasarán pero mis palabras no pasarán. Es la base de nuestra esperanza cristiana. Jesús vendrá para darnos luz y sacarnos de las tinieblas.
Señor, sólo con tu ayuda podemos permanecer fieles a tu Palabra.
Acepta la mirada del Dios que te ama. Acepta tus nuevos ojos para mirar al ser humano, al mundo, para verle a él y conocer su voluntad. No es momento de preguntas sino de permanecer en calma ante Dios, de sentir ser mirados, y quedar abrazados a la Palabra que nos salva.
La Luz del Espíritu y la fortaleza de la Palabra nos enseñarán a contemplar las cosas desde Dios y a acoger en la vida lo que es conforme al Evangelio de Jesús.
1- Posición y relajación del cuerpo, en pie, sentados o arrodillados cada uno asumiendo la postura que favorezca más su concentración. Lo importante, independientemente de la posición que se adopte, es colocarnos con la actitud de un ser ante su Creador y Padre, rodeados y acogidos por su fortaleza y ternura y transportados al tiempo eterno.
2- Cerrar los ojos. Calmar toda emoción. Silenciar toda actividad mental discursiva e imaginativa. Alcanzar el máximo de intensidad para, como sugiere el Papa Francisco sentir que “La oración no es magia, sino un confiarse en el abrazo del Padre. Tú debes orar a quien te engendró, al que te dio la vida a ti concretamente”.
3- Desde esa actitud, sintiendo como dice Francisco que “tenemos un Padre cercanísimo que nos abraza”, recitamos el Padrenuestro de forma sentida:
Versión en Latín:
4- A continuación, siguiendo la indicación de nuestro padre San Bernardo que dice que “ésta es la voluntad de Dios: quiere que todo lo tengamos por María”, rezaremos el Ave María.
5- Continuamos centrando la atención dentro de nosotros mismos, en el corazón, tratando de sentir la presencia del Espíritu de Dios en él. Y así, siguiendo el ritmo de la respiración, según el método de Oración Hesicasta decimos interiormente: