Y les dijo: “Así está escrito: que el Mesías debía padecer y resucitar de entre los muertos al tercer día y que se proclamaría en su nombre la conversión para perdón de los pecados a todas las naciones, empezando desde Jerusalén. Vosotros sois testigos de estas cosas. Y he aquí que yo envío la Promesa de mi Padre sobre vosotros. Pero vosotros permaneced en la ciudad hasta que seáis revestidos de poder desde lo alto’. Y los sacó fuera hasta cerca de Betania y, alzando sus manos, los bendijo. Y, mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo. Y ellos, después de postrarse ante él, volvieron a Jerusalén con gran alegría. Y estaban siempre en el Templo, bendiciendo a Dios».
Jesús resucitado se muestra a los discípulos y les revela lo que debe permanecer en la memoria de sus seguidores.
Debo ser consciente de que la nueva presencia de Jesús pasa por nuestra disponibilidad para continuar su obra. Soy pieza fundamental. Dios actúa a través nuestro y algún día deberé responder ante Él sobre mi disponibilidad. Jesús cuenta con nosotros, con su ejército de Caballeros Templarios. Si nosotros le abandonamos, ¿quién le seguirá y socorrerá?
Jesús, me alegro de haberte conocido y ser tu discípulo. Es lo mejor que me ha pasado en la vida, pero muchas veces te dejo de lado por las tareas, objetivos que me marco y caprichos mundanos. Otras veces tu misión me supera.
Acepta la mirada del Dios que te ama. Acepta tus nuevos ojos para mirar al ser humano, al mundo, para verle a él y conocer su voluntad. No es momento de preguntas sino de permanecer en calma ante Dios, de sentir ser mirados, y quedar abrazados a la Palabra que nos salva.
La Luz del Espíritu y la fortaleza de la Palabra nos enseñarán a contemplar las cosas desde Dios y a acoger en la vida lo que es conforme al Evangelio de Jesús.
1- Posición y relajación del cuerpo, en pie, sentados o arrodillados cada uno asumiendo la postura que favorezca más su concentración. Lo importante, independientemente de la posición que se adopte, es colocarnos con la actitud de un ser ante su Creador y Padre, rodeados y acogidos por su fortaleza y ternura y transportados al tiempo eterno.
2- Cerrar los ojos. Calmar toda emoción. Silenciar toda actividad mental discursiva e imaginativa. Alcanzar el máximo de intensidad para, como sugiere el Papa Francisco sentir que “La oración no es magia, sino un confiarse en el abrazo del Padre. Tú debes orar a quien te engendró, al que te dio la vida a ti concretamente”.
3- Desde esa actitud, sintiendo como dice Francisco que “tenemos un Padre cercanísimo que nos abraza”, recitamos el Padrenuestro de forma sentida:
Versión en Latín:
4- A continuación, siguiendo la indicación de nuestro padre San Bernardo que dice que “ésta es la voluntad de Dios: quiere que todo lo tengamos por María”, rezaremos el Ave María.
5- Continuamos centrando la atención dentro de nosotros mismos, en el corazón, tratando de sentir la presencia del Espíritu de Dios en él. Y así, siguiendo el ritmo de la respiración, según el método de Oración Hesicasta decimos interiormente: