El milagro se ha realizado. La Navidad es un milagro, un milagro de amor. El
Omnipotente se revela al mundo en una debilidad descarada, un niño débil y
desprotegido perseguido ya desde su nacimiento. El Inmenso se convierte en el
pequeñísimo. El Dios invisible, aquel a quien nunca ha visto jamás, se hace visible. El
Inaccesible y el lejano se muestra cercano, tanto que es el “Dios con nosotros”.
Y todo ello, no porque nosotros lo busquemos, sino porque el tomo la iniciativa.
Dios sale a nuestro encuentro, nos busca, TE BUSCA a ti, te invita, te ama…. La
Navidad ha sido y es por ti y para ti.
No se trata de nuestra buena voluntad. En Navidad es Dios quien manifiesta su
buena voluntad con los hombres.
A los pastores se les anuncia una gran noticia para hoy: “os nacido un
salvador,” esa debería ser también nuestra alegría, una alegría profunda, viva, de hoy
para hoy. Es la alegría de poder creer en un nacimiento, el Suyo, pero también el
nuestro. Tenemos que creer en la posibilidad de renacer, de ser hombres nuevos.
De nada sirve que El Señor haya nacido hace dos mil años, si hoy no se hace
realmente nada. La maravilla de este día es que Dios, en medio de nosotros, puede
volver a vivir. Solamente es necesario que acojamos a Dios en nuestra vida, que
nuestro corazón se transforme en pesebre, que El encuentre posada en nuestra casa
y que así nos dejemos transformar por su Natividad. El es el Único Salvador; no nos
salvara nuestro prestigio, ni nuestra posición social, ni nuestro dinero tampoco, solo en
Jesús Hijo de Dios encontraremos la Salvación que el mundo nos promete, pero no
puede darnos con sus falsos ídolos.
Y nosotros caminamos hacia el recién nacido, pobre, frágil, amenazado. Y le
llevamos lo mas preciosos e intacto que hemos conservado: el deseo de renacer.
Hermano Templario: Acércate con los pastores al portal de Belén y rodilla en
tierra, adora y ofrece humilde al Salvador que nos ha nacido tu vida, de nuevo, un año
más, porque quieres ser mejor en el próximo año. Renueva el compromiso con tus
ideales templarios, y regala a ese Dios que llevas dentro de ti a tantos peregrinos
como encontrarás en el camino de la vida y a los que has sido llamado a ayudar y
defender. Y canta…canta con los ángeles del Cielo: “Gloria a Dios en las alturas y al
hombre en la tierra PAZ”
NNDNN
+Fr. Juan Antonio Sanesteban Díaz. Pbro
Acepta la mirada del Dios que te ama. Acepta tus nuevos ojos para mirar al ser humano, al mundo, para verle a él y conocer su voluntad. No es momento de preguntas sino de permanecer en calma ante Dios, de sentir ser mirados, y quedar abrazados a la Palabra que nos salva.
La Luz del Espíritu y la fortaleza de la Palabra nos enseñarán a contemplar las cosas desde Dios y a acoger en la vida lo que es conforme al Evangelio de Jesús.
1- Posición y relajación del cuerpo, en pie, sentados o arrodillados cada uno asumiendo la postura que favorezca más su concentración. Lo importante, independientemente de la posición que se adopte, es colocarnos con la actitud de un ser ante su Creador y Padre, rodeados y acogidos por su fortaleza y ternura y transportados al tiempo eterno.
2- Cerrar los ojos. Calmar toda emoción. Silenciar toda actividad mental discursiva e imaginativa. Alcanzar el máximo de intensidad para, como sugiere el Papa Francisco sentir que “La oración no es magia, sino un confiarse en el abrazo del Padre. Tú debes orar a quien te engendró, al que te dio la vida a ti concretamente”.
3- Desde esa actitud, sintiendo como dice Francisco que “tenemos un Padre cercanísimo que nos abraza”, recitamos el Padrenuestro de forma sentida:
Versión en Latín:
4- A continuación, siguiendo la indicación de nuestro padre San Bernardo que dice que “ésta es la voluntad de Dios: quiere que todo lo tengamos por María”, rezaremos el Ave María.
5- Continuamos centrando la atención dentro de nosotros mismos, en el corazón, tratando de sentir la presencia del Espíritu de Dios en él. Y así, siguiendo el ritmo de la respiración, según el método de Oración Hesicasta decimos interiormente: