Estamos ya en la recta final, la Navidad está cerca, El Señor llega… «El Señor
por su cuenta os dará una señal». En la inminencia ya de la Navidad, la Iglesia
quiere centrar más y más nuestra mirada y nuestro deseo en Cristo que viene.
Con las palabras del profeta nos recuerda que Cristo es el signo que Dios nos
ha dado. Esperamos signos de que el mundo cambia, de que las cosas
mejoran. Pero Dios nos da un único signo: Cristo Salvador. Él es la respuesta a
todos los interrogantes, la solución a todos los problemas. Cristo nos basta.
Sólo hace falta que le acojamos sin condiciones. Si creemos firmemente en Él
y le dejamos entrar en nuestra vida, Él hará lo demás, «Él salvará a su pueblo
de los pecados» (Evangelio).
«La Virgen está encinta y da a luz a un hijo». María está en el centro de la
liturgia de este domingo. Cristo nos es dado a través de ella. Gracias a ella
tenemos al Emmanuel, al «Dios-con-nosotros».
Para darlo al mundo, primero lo ha recibido. La vida de la Virgen no es
llamativa en actividades exteriores. Al contrario, su vida fue totalmente sencilla.
Y, sin embargo, ella está en el centro de la historia. Con ella la historia ha
cambiado de rumbo. Al recibir a Cristo y darlo al mundo, todo ha cambiado.
Nuestra vida está llamada a ser tan sencilla y a la vez tan grande como
la de María. No hemos de discurrir grandes planes complicados. Basta que
recibamos del todo a Cristo y nos entreguemos plenamente a Él. Entonces
podremos dar a luz a Cristo para los demás y el mundo tendrá salvación.
Pero atención: NO EXISTE LA FE FÁCIL, la fe sin dudas, la fe sin
oscuridades, la fe sin poder comprender tantas cosas. Ser creyente es dejarse
llevar por Dios. Ser creyente es romper planes personales y acoger los planes
de Dios. Él ya sabe a quién llama y para qué. Se presenta en medio de tu vida
cotidiana, trayendo otros proyectos, mucho mejores que los nuestros, por
supuesto. Así aconteció en la vida de San José, y así sucederá también en la
tuya y en la mía si nos dejamos guiar por el Espíritu.
Hermano Templario: en esta semana apresura tu marcha hacia Belén,
allí te espera el Hijo de Dios, el Mesías, el Señor. Y que estas sean, para ti y los
tuyos, las mejores Navidades de tu vida, porque Cristo, de verdad, ha nacido
en ella. ¡Feliz Navidad hermanos!
NNDNN
+Fr. Juan Antonio Sanesteban Díaz. Pbro
Acepta la mirada del Dios que te ama. Acepta tus nuevos ojos para mirar al ser humano, al mundo, para verle a él y conocer su voluntad. No es momento de preguntas sino de permanecer en calma ante Dios, de sentir ser mirados, y quedar abrazados a la Palabra que nos salva.
La Luz del Espíritu y la fortaleza de la Palabra nos enseñarán a contemplar las cosas desde Dios y a acoger en la vida lo que es conforme al Evangelio de Jesús.
1- Posición y relajación del cuerpo, en pie, sentados o arrodillados cada uno asumiendo la postura que favorezca más su concentración. Lo importante, independientemente de la posición que se adopte, es colocarnos con la actitud de un ser ante su Creador y Padre, rodeados y acogidos por su fortaleza y ternura y transportados al tiempo eterno.
2- Cerrar los ojos. Calmar toda emoción. Silenciar toda actividad mental discursiva e imaginativa. Alcanzar el máximo de intensidad para, como sugiere el Papa Francisco sentir que “La oración no es magia, sino un confiarse en el abrazo del Padre. Tú debes orar a quien te engendró, al que te dio la vida a ti concretamente”.
3- Desde esa actitud, sintiendo como dice Francisco que “tenemos un Padre cercanísimo que nos abraza”, recitamos el Padrenuestro de forma sentida:
Versión en Latín:
4- A continuación, siguiendo la indicación de nuestro padre San Bernardo que dice que “ésta es la voluntad de Dios: quiere que todo lo tengamos por María”, rezaremos el Ave María.
5- Continuamos centrando la atención dentro de nosotros mismos, en el corazón, tratando de sentir la presencia del Espíritu de Dios en él. Y así, siguiendo el ritmo de la respiración, según el método de Oración Hesicasta decimos interiormente: