En este primer día del año nuevo, son varios los motivos que centran nuestra atención.
En primer lugar, celebramos a Santa María Madre de Dios, “que conservaba todas estas
cosas meditándolas en su corazón”. También en este día celebramos la Jornada Mundial de
Oración por la Paz. Y finalmente, no podemos dejar de tener presente en nuestra oración al
papa Benedicto XVI que se fue a Casa del Padre en el último día del año 2022 “humilde
trabajador de la viña del Señor” como el mismo se definió.
La bendición que contiene la primera lectura tendría que ser nuestra plegaria al comenzar
el año nuevo: “El Señor ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor, El señor se fije en ti
y te conceda La Paz.” Este es el gran deseo de la humanidad y el nuestro. En el Misterio de
la Navidad hemos descubierto que tenemos un Dios tan cercano, tan humilde, tan
apasionado, tan pobre, tan lleno de cariño que nos mira y se interesa por nosotros. Nuestros
problemas son los suyos.
Los pastores descubren a un Dios totalmente distinto de como se lo habrían podido imaginar,
modesto, pequeño, sin riqueza ni signos de poder algunos. Y se quedan asombrados, y este
asombro se contagia a todos los que escuchan su relato por eso “todos los que lo oían se
asombraban de lo que decían los pastores”. Y ellos se vuelven dando gloria y alabanza a
Dios por lo que habían visto y oído, es decir habían aprendido el rostro de Dios sin necesidad
de ir a la escuela, lo habían leído en el rostro de un Niño recién nacido.
La Madre es la primera en extasiarse ante el rostro del Hijo de Dios que es su hijo y como
nos dice el Concilio Vaticano II “La Virgen María acogió al verbo de Dios en su propio corazón
y en su propio cuerpo y presento al mundo La Vida.”
La paz que es un don de lo alto, es también una tarea nuestra. A nuestro alrededor con
nuestras actitudes sembramos paz o sembramos guerra. Si estamos pacificados por dentro
seremos constructores de la paz, por eso la paz supone una previa conversión del corazón.
Cierto que hay grandes conflictos internacionales que nos hacen dirigir la mirada hacia la
destrucción masiva, las bombas, la violación de los derechos humanos mas elementales…,
pero esto no puede hacernos olvidar que todos tenemos pequeñas guerras alrededor y en
nuestra propia vida que tenemos que pacificar. Este debería ser nuestro compromiso en
este primer día del año: acabar con las innumerables guerras de hoy. Romper con el
egoísmo, con las rivalidades, con la agresividad, con las ambiciones, con la mezquindad,
con los rencores, con los resentimientos.
Deseamos un feliz año nuevo confesándonos a nosotros mismos que ya es hora de acabar
con las guerras privadas, que queremos firmal el tratado de Paz.
Y despedimos el año 2022 despidiendo a quien ha sido nuestro Papa, Benedicto XVI. La
grandeza de su legado, tanto teológico como pastoral esta todavía por apreciar y valorar
suficientemente. Basten estos últimos años desde su retiro para apreciar su silencio fecundo
y como desde la oración callada se puede ser pilar fundamental que sostiene a la Iglesia.
Quiero acabar con sus palabras de despedida que son un autentico testamento, muestra de
la grandeza de su persona y de su santidad:
"Muy pronto me presentaré ante al juez definitivo de mi vida. Aunque pueda tener
muchos motivos de temor y miedo cuando miro hacia atrás en mi larga vida, me siento,
sin embargo, feliz porque creo firmemente que el Señor no solo es el juez justo, sino
también el amigo y el hermano que ya padeció Él mismo mis deficiencias y por eso,
como juez, es también mi abogado (Paráclito). En vista de la hora del juicio, la gracia de
ser cristiano se hace evidente para mí. Ser cristiano me da el conocimiento y, más
aún, la amistad con el juez de mi vida y me permite atravesar con confianza la
oscura puerta de la muerte. A este respecto, recuerdo constantemente lo que dice
Juan al principio del Apocalipsis: ve al Hijo del Hombre en toda su grandeza y cae a sus
pies como muerto. Pero el Señor, poniendo su mano derecha sobre él, le dice: 'No
temas: Soy yo...'. (cf. Ap. 1,12-17).
Queridos amigos, con estos sentimientos os bendigo a todos.
Benedicto XVI".
Yo soy la resurrección y la vida –dice el Señor–; quien cree en Mí, aunque haya muerto,
vivirá; y todo el que vive y cree en Mí no morirá eternamente. (cfr. Juan 11, 25-26)
V/ . Venid en su ayuda, Santos de Dios; salid a su encuentro, Ángeles del Señor.
R/. Recibid su alma, y presentadla ante el Altísimo.
V/ . Cristo que te llamó, te reciba y los Ángeles te conduzcan al regazo de Abraham.
R/. Recibid su alma y presentadla ante el Altísimo.
V/ . Concédele, Señor, el descanso eterno y brille para él (ella) la luz eterna.
R/. Recibid su alma y presentadla ante el Altísimo.
V/ . Señor, ten piedad.
R/. Cristo, ten piedad, Señor, ten piedad.
Padre nuestro…
V/ . Libra, Señor, su alma.
R/. De las penas del infierno.
V/ . Descanse en paz.
R/. Amén.
V/ . Señor, escucha nuestra oración.
R/. Y llegue a ti nuestro clamor.
V/ . El Señor esté con vosotros.
R/. Y con tu espíritu.
Oh Dios, que concedes el perdón y quieres la salvación de los hombres: te rogamos que,
por la intercesión de la Santísima Virgen María y de todos los Santos, concedas la bien aventuranza a tu hijo Benedicto, a quien llamaste de este mundo. No le abandones en manos del enemigo, ni te olvides de él para siempre; sino recíbelo con tus santos Ángeles
en el Cielo, su patria definitiva. Y porque creyó y esperó en ti, concédele para siempre las
alegrías del Cielo. Por Cristo nuestro Señor.
R/. Amén.
Yo soy la resurrección y la vida; quien cree en Mí, aunque haya muerto, vivirá; y todo el
que vive y cree en Mí no morirá eternamente. (Juan 11, 25-26)
V/ . Concédele, Señor, el descanso eterno.
R/. Y brille para él la luz eterna.
V/ . Descanse en paz.
R/. Amén.
NNDNN
+ Fr. Juan Antonio Sanesteban Díaz, Pbro.
Acepta la mirada del Dios que te ama. Acepta tus nuevos ojos para mirar al ser humano, al mundo, para verle a él y conocer su voluntad. No es momento de preguntas sino de permanecer en calma ante Dios, de sentir ser mirados, y quedar abrazados a la Palabra que nos salva.
La Luz del Espíritu y la fortaleza de la Palabra nos enseñarán a contemplar las cosas desde Dios y a acoger en la vida lo que es conforme al Evangelio de Jesús.
1- Posición y relajación del cuerpo, en pie, sentados o arrodillados cada uno asumiendo la postura que favorezca más su concentración. Lo importante, independientemente de la posición que se adopte, es colocarnos con la actitud de un ser ante su Creador y Padre, rodeados y acogidos por su fortaleza y ternura y transportados al tiempo eterno.
2- Cerrar los ojos. Calmar toda emoción. Silenciar toda actividad mental discursiva e imaginativa. Alcanzar el máximo de intensidad para, como sugiere el Papa Francisco sentir que “La oración no es magia, sino un confiarse en el abrazo del Padre. Tú debes orar a quien te engendró, al que te dio la vida a ti concretamente”.
3- Desde esa actitud, sintiendo como dice Francisco que “tenemos un Padre cercanísimo que nos abraza”, recitamos el Padrenuestro de forma sentida:
Versión en Latín:
4- A continuación, siguiendo la indicación de nuestro padre San Bernardo que dice que “ésta es la voluntad de Dios: quiere que todo lo tengamos por María”, rezaremos el Ave María.
5- Continuamos centrando la atención dentro de nosotros mismos, en el corazón, tratando de sentir la presencia del Espíritu de Dios en él. Y así, siguiendo el ritmo de la respiración, según el método de Oración Hesicasta decimos interiormente: