Antes de empezar con las lecturas del día, unos comentarios
sobre la Beata Margarita Ebner, que hoy la Orden de
Predicadores celebra su fiesta.
Nació en Donauwörth (Alemania) hacia el año 1291. A los 15
años entró en el monasterio dominicano de María Medingen,
de la diócesis de Augsburgo, que en aquel entonces era un
monasterio floreciente.
La comunidad se componía de monjas de coro y conversas,
ella entró como monja de coro, con obligación de asistir al
coro donde se rezaba y se cantaba el oficio divino. Al cabo de
unos años contrajo una rara enfermedad que no la dejaba
comer ni beber y las medicinas que tomaba no le hacían
ningún efecto. Se volvió retraída y solo decía las palabras
indispensables, se sentía abandonada, pero seguía tomando
parte en los actos de la comunidad.
A instancias de su director espiritual Margarita expresa sus
sentimientos en un diario que escribe, que ella le dio el
nombre de “El Librito”, que contiene notas espirituales,
personales, meditaciones, oraciones y fragmentos de cartas.
Se sintió a ser llamada “Salvadora para sí misma, ejemplar
para los hombres, agradable a los ángeles y grata a Dios”. Se
propuso imitar a Santo Domingo y nunca volvió la vista atrás.
Se caracterizó por su devoción al Sagrado Corazón de Jesús,
a la Eucaristía y a la Pasión de Cristo. Quería asemejarse a
Cristo y su ruego fue escuchado porque recibió los estigmas.
Algunos de los favores se produjeron ante el crucifijo.
Sus restos reposan en la capilla dedicada a ella en el
monasterio de María Medingen. La confirmación del culto
tuvo lugar el 24 de febrero de 1979 por el Papa San Juan
Pablo II.
La última parte del sermón de la montaña contiene varias exhortaciones a los discípulos que indican aspectos importantes de su conducta. San Mateo reúne en estos capítulos palabras de Jesús pronunciadas, probablemente, en diferentes situaciones y lugares. Es una catequesis sobre la vida cristiana, presenta de una manera concreta, breve y directa la vida nueva que trae Jesús y emplea un lenguaje desacostumbrado para los oídos de los judíos. Un discípulo no juzga a nadie. Juzgar corresponde únicamente a Dios. Además, ignora la intención y sin este conocimiento no se puede ejercer un juicio recto. Aún más, usarán con nosotros la misma medida que usemos con los demás. Jesús nos señala la deformación de conciencia, a la que llegaremos si llevamos sistemáticamente sobre personas, acontecimientos y cosas una manera de ver dura y condenatoria; perderemos la lucidez sobre nosotros mismos hasta el punto de advertir la mota en el ojo ajeno, sin percibir la viga en el propio. La inmensa mayoría de la Sociedad en que vivimos se considera juez, ¡qué poco cuesta juzgar, condenar y emitir una sentencia a cualquier hijo de vecino!, cuando en realidad tendríamos que juzgarnos primero a nosotros mismos. Seremos juzgados por Dios con la misma medida que hayamos aplicado al prójimo. Él es el único que puede dictar sentencia. ¿Con qué facilidad ves la viga de tu ojo? ¿Quizás ves más la mota del ojo ajeno?
Estos Evangelios y reflexión han sido extraídos de “Dominicos”, hecho público en www.dominicos.orgAcepta la mirada del Dios que te ama. Acepta tus nuevos ojos para mirar al ser humano, al mundo, para verle a él y conocer su voluntad. No es momento de preguntas sino de permanecer en calma ante Dios, de sentir ser mirados, y quedar abrazados a la Palabra que nos salva.
La Luz del Espíritu y la fortaleza de la Palabra nos enseñarán a contemplar las cosas desde Dios y a acoger en la vida lo que es conforme al Evangelio de Jesús.
1- Posición y relajación del cuerpo, en pie, sentados o arrodillados cada uno asumiendo la postura que favorezca más su concentración. Lo importante, independientemente de la posición que se adopte, es colocarnos con la actitud de un ser ante su Creador y Padre, rodeados y acogidos por su fortaleza y ternura y transportados al tiempo eterno.
2- Cerrar los ojos. Calmar toda emoción. Silenciar toda actividad mental discursiva e imaginativa. Alcanzar el máximo de intensidad para, como sugiere el Papa Francisco sentir que “La oración no es magia, sino un confiarse en el abrazo del Padre. Tú debes orar a quien te engendró, al que te dio la vida a ti concretamente”.
3- Desde esa actitud, sintiendo como dice Francisco que “tenemos un Padre cercanísimo que nos abraza”, recitamos el Padrenuestro de forma sentida:
Versión en Latín:
4- A continuación, siguiendo la indicación de nuestro padre San Bernardo que dice que “ésta es la voluntad de Dios: quiere que todo lo tengamos por María”, rezaremos el Ave María.
5- Continuamos centrando la atención dentro de nosotros mismos, en el corazón, tratando de sentir la presencia del Espíritu de Dios en él. Y así, siguiendo el ritmo de la respiración, según el método de Oración Hesicasta decimos interiormente: