Las enseñanzas de Jesús atrajeron a sus discípulos y ello les llevó a seguirlo. Poco a poco, sus obras les hicieron ver lo excepcional que era. Confesar cada uno de nosotros la filiación divina de Cristo, no es algo sencillo. Implica haber profundizado en el conocimiento de Jesús hasta identificarse con él. Los discípulos quisieron encasillarlo según su concepción del pasado, y sin embargo Él se identifica como siervo sufriente de Isaías, rechazado por los hombres y rescatado por Dios. Cualquier cosa que hacía molestaba a los fariseos ya que cuestionaba la religiosidad a la que ellos se aferraban. Cercanos a un Dios rigorista y alejados del Padre misericordioso. Corremos el peligro de hacer nosotros lo mismo. El seguidor de Jesús renuncia a sí mismo para que en su lugar habite Cristo. En la vida actual un cristiano es un ciudadano que no disfruta de la vida, que está como muerto. Sin embargo a los ojos de los pobres y sencillos es un portador de concordia y vida eterna. El evangelio de esta semana nos invita a comportarnos de otra manera, a pedir perdón por tanta barbarie en nombre de la fe a lo largo de los siglos y de hoy en día. Parémonos a pensar cuáles son nuestras creencias personales, y si son acordes a las palabras de Jesús, o si por el contrario son consecuencia de enseñanzas manipuladas, interesadas o equivocadas, a lo largo de los tiempos. ¿Verdaderamente nos hemos enterado del mensaje de Cristo? ¿Con nuestro actuar somos seguidores de Cristo o somos igual que los demás? ¿Alguien podría diferenciarnos? El Caballero Templario en la sociedad actual no es el vengativo, el impositor, el del ojo por ojo y diente por diente, ni el que vive de la nostalgia del pasado. Preguntémonos cómo es realmente el Caballero Templario que Dios quiere conforme a su evangelio.
Ustedes han oído que se dijo: "Ojo por ojo y diente por diente". Pero yo les digo: No resistan al malvado. Antes bien, si alguien te golpea en la mejilla derecha, ofrécele también la otra. Si alguien te hace un pleito por la camisa, entrégale también el manto. Si alguien te obliga a llevarle la carga, llévasela el doble más lejos. Da al que te pida, y al que espera de ti algo prestado, no le vuelvas la espalda. Ustedes han oído que se dijo: "Amarás a tu prójimo y no harás amistad con tu enemigo". Pero yo les digo: Amen a sus enemigos y recen por sus perseguidores, para que así sean hijos de su Padre que está en los Cielos. Porque él hace brillar su sol sobre malos y buenos, y envía la lluvia sobre justos y pecadores. Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué mérito tiene? También los cobradores de impuestos lo hacen. Y si saludan sólo a sus amigos, ¿qué tiene de especial? También los paganos se comportan así. Por su parte, sean ustedes perfectos como es perfecto el Padre de ustedes que está en el Cielo.
Jesús nos llama a la perfección, a imitar la perfección divina. Para ello nos invita a la resistencia al malvado y el amor al enemigo.
Jesús pone el listón muy alto. El Padre se preocupa de todos nosotros sin distinción, y sin considerar cómo nos relacionamos nosotros con Él. Estamos hechos a su imagen y semejanza, por lo que espera de nosotros lo mismo que hace Él.
Padre, nos invitas a rezar por nuestros enemigos, por quienes nos hacen la vida imposible, por quienes nos han dejado en ridículo ante los demás, por quienes no nos han considerado o tratado con indiferencia o superioridad.
Acepta la mirada del Dios que te ama. Acepta tus nuevos ojos para mirar al ser humano, al mundo, para verle a él y conocer su voluntad. No es momento de preguntas sino de permanecer en calma ante Dios, de sentir ser mirados, y quedar abrazados a la Palabra que nos salva.
1- Posición y relajación del cuerpo, en pie, sentados o arrodillados cada uno asumiendo la postura que favorezca más su concentración. Lo importante, independientemente de la posición que se adopte, es colocarnos con la actitud de un ser ante su Creador y Padre, rodeados y acogidos por su fortaleza y ternura y transportados al tiempo eterno.
2- Cerrar los ojos. Calmar toda emoción. Silenciar toda actividad mental discursiva e imaginativa. Alcanzar el máximo de intensidad para, como sugiere el Papa Francisco sentir que “La oración no es magia, sino un confiarse en el abrazo del Padre. Tú debes orar a quien te engendró, al que te dio la vida a ti concretamente”.
3- Desde esa actitud, sintiendo como dice Francisco que “tenemos un Padre cercanísimo que nos abraza”, recitamos el Padrenuestro de forma sentida:
Versión en Latín:
4- A continuación, siguiendo la indicación de nuestro padre San Bernardo que dice que “ésta es la voluntad de Dios: quiere que todo lo tengamos por María”, rezaremos el Ave María.
5- Continuamos centrando la atención dentro de nosotros mismos, en el corazón, tratando de sentir la presencia del Espíritu de Dios en él. Y así, siguiendo el ritmo de la respiración, según el método de Oración Hesicasta decimos interiormente: