El evangelio de esta semana guarda relación con lo que reflexionábamos la semana
pasada. El punto de partida de todo itinerario de fe auténtica es un acto de apertura a
la trascendencia. Históricamente ha existido una visión dualista del mundo que ha
imaginado a Dios y al mundo, al cielo y a la tierra como realidades opuestas en
términos espaciales. Dios ha sido pensado como externo, como exterior al mundo, y
por lo tanto el hombre ha sido pasivo, o ha experimentado miedo ante Dios. El misterio
de la encarnación de Dios en Jesús ha mostrado el rostro de Dios, y eso hace que
pase a formar parte de la interioridad de nuestra vida cotidiana. Dios no está fuera de
nosotros, sino que está dentro de nosotros. Somos parte de Él y estamos obligados a
darle espacio y que llene nuestra vida. Ese cambio, sin aferrarnos a algo físico, da
miedo, y nos ocurre como a los discípulos en la barca. Por otra parte, Dios no es solo
alguien al que acudimos cuando tenemos problemas para pedirle soluciones. Eso es
una religiosidad y una fe antigua, infantil. No podemos doblegar a Dios a nuestras
necesidades. Una religiosidad y una fe madura es dejar a Dios que actúe como Dios.
Si estoy con Jesús, no debo temer, ya que él sabe bien qué necesito. Simplemente
tengo que creer en Él, fiarme, darle espacio en mi ser, y dejarme llevar por su
voluntad. Aunque parezca que Dios está ausente y dormido, está ahí, vigilante y
atento. Hablemos con Él diariamente y poco a poco se hará hueco en nuestra vida
Catecismos de la Iglesia Católica. Primera parte: La profesión de la Fe.
Segunda sección:La profesión de la Fe cristiana – El Credo.
Capítulo Segundo: Creo en Jesucristo Hijo Único de Dios
94. ¿Qué significa la expresión «concebido por obra y gracia del Espíritu Santo»? (484-486)
Que Jesús fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo significa que la Virgen
María concibió al Hijo eterno en su seno por obra del Espíritu Santo y sin la
colaboración de varón: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti» (Lc 1, 35), le dijo el ángel
en la Anunciación.
95. «...Nacido de la Virgen María...»: ¿por qué María es verdaderamente Madre de Dios? (495) (509)
María es verdaderamente Madre de Dios porque es la madre de Jesús (Jn 2, 1; 19, 25). En efecto, aquél que fue concebido por obra del Espíritu Santo y fue
verdaderamente Hijo suyo, es el Hijo eterno de Dios Padre. Es Dios mismo.
96. ¿Qué significa «Inmaculada Concepción»? (487-492) (508)
Dios eligió gratuitamente a María desde toda la eternidad para que fuese la Madre de
su Hijo; para cumplir esta misión fue concebida inmaculada. Esto significa que, por la
gracia de Dios y en previsión de los méritos de Jesucristo, María fue preservada del
pecado original desde el primer instante de su concepción.
Aquel día al atardecer Jesús les dijo: "Pasemos a la otra orilla". Ellos
despidieron a la gente y lo recogieron en la barca tal como estaba; otras barcas
lo acompañaban. Se levantó un viento huracanado, las olas rompían contra la
barca que estaba a punto de anegarse. Él dormía en la popa sobre un cojín. Lo
despertaron y le dijeron: "Maestro, ¿no te importa que naufraguemos?" Se
levantó, increpó al viento y ordenó al lago: "¡Calla, enmudece!" El viento cesó y
sobrevino una gran calma. Y les dijo: "¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no
tenéis fe?" Llenos de miedo se decían unos a otros: "¿Quién es éste, que hasta
el viento y el lago le obedecen?"
Jesús nos invita a hacer un desplazamiento no sólo físico y geográfico, sino mental, con un aire nuevo de vida, pero es en ese cambio cuando se produce la tempestad, el miedo, las dudas
Mi vida está llena de situaciones difíciles, tempestades, vientos que me llevan de un sitio a otro, modas que arrastran, egoísmos que invitan a seguirlos y comportamientos contrarios a la voluntad de Dios. Ante esto están mis ganas de seguir a Jesús, y la renuncia a todo lo anterior, pero todo ello me genera, miedo, incertidumbre y desasosiego.
Acepta la mirada del Dios que te ama. Acepta tus nuevos ojos para mirar al ser humano, al mundo, para verle a él y conocer su voluntad. No es momento de preguntas sino de permanecer en calma ante Dios, de sentir ser mirados, y quedar abrazados a la Palabra que nos salva.
La Luz del Espíritu y la fortaleza de la Palabra nos enseñarán a contemplar las cosas desde Dios y a acoger en la vida lo que es conforme al Evangelio de Jesús.
1- Posición y relajación del cuerpo, en pie, sentados o arrodillados cada uno asumiendo la postura que favorezca más su concentración. Lo importante, independientemente de la posición que se adopte, es colocarnos con la actitud de un ser ante su Creador y Padre, rodeados y acogidos por su fortaleza y ternura y transportados al tiempo eterno.
2- Cerrar los ojos. Calmar toda emoción. Silenciar toda actividad mental discursiva e imaginativa. Alcanzar el máximo de intensidad para, como sugiere el Papa Francisco sentir que “La oración no es magia, sino un confiarse en el abrazo del Padre. Tú debes orar a quien te engendró, al que te dio la vida a ti concretamente”.
3- Desde esa actitud, sintiendo como dice Francisco que “tenemos un Padre cercanísimo que nos abraza”, recitamos el Padrenuestro de forma sentida:
Versión en Latín:
4- A continuación, siguiendo la indicación de nuestro padre San Bernardo que dice que “ésta es la voluntad de Dios: quiere que todo lo tengamos por María”, rezaremos el Ave María.
5- Continuamos centrando la atención dentro de nosotros mismos, en el corazón, tratando de sentir la presencia del Espíritu de Dios en él. Y así, siguiendo el ritmo de la respiración, según el método de Oración Hesicasta decimos interiormente: