Habla Señor que tu siervo escucha En vísperas de una batalla Balaán cae en éxtasis y Dios hablará por su boca. Es el ejemplo del hombre que deja que el Señor penetre en su alma y se convierte en su instrumento. Y así deberíamos ser nosotros, como los antiguos profetas. Ellos no actuaban por sí mismos, no eran "adivinos" ni nada parecido, sencillamente estaban al servicio de Dios, cumplían su voluntad. Sin duda eran hombres sabios, rectos, de corazón limpio; muy posiblemente habían leído las Escrituras, muchos estaban al servicio del templo pero eran dóciles a la voluntad de Dios, y Él se servía de ellos para hablar al pueblo. Cuántas veces nosotros nos hemos sentido llamados por el Señor y hemos vuelto la cara...: Se nos ha pedido que hagamos un servicio a la comunidad y hemos puesto excusas. Nos hemos encontrado en situaciones donde podíamos ser útiles a los demás y hemos vuelto la cara. Hemos sentido que Dios nos indicaba un camino y hemos tomado otro. En esos momentos deberíamos ser dóciles como el barro en las manos del alfarero y dejarnos modelar, abrir nuestra alma para que el Padre penetre en ella y se haga en nosotros su voluntad como cada día pedimos en el Padre Nuestro. Al igual que Balaán así nosotros: con el corazón abierto a Dios para ser sus instrumentos en la tierra y propagar el Evangelio por medio de las palabras y los hechos.
Acepta la mirada del Dios que te ama. Acepta tus nuevos ojos para mirar al ser humano, al mundo, para verle a él y conocer su voluntad. No es momento de preguntas sino de permanecer en calma ante Dios, de sentir ser mirados, y quedar abrazados a la Palabra que nos salva.
La Luz del Espíritu y la fortaleza de la Palabra nos enseñarán a contemplar las cosas desde Dios y a acoger en la vida lo que es conforme al Evangelio de Jesús.
1- Posición y relajación del cuerpo, en pie, sentados o arrodillados cada uno asumiendo la postura que favorezca más su concentración. Lo importante, independientemente de la posición que se adopte, es colocarnos con la actitud de un ser ante su Creador y Padre, rodeados y acogidos por su fortaleza y ternura y transportados al tiempo eterno.
2- Cerrar los ojos. Calmar toda emoción. Silenciar toda actividad mental discursiva e imaginativa. Alcanzar el máximo de intensidad para, como sugiere el Papa Francisco sentir que “La oración no es magia, sino un confiarse en el abrazo del Padre. Tú debes orar a quien te engendró, al que te dio la vida a ti concretamente”.
3- Desde esa actitud, sintiendo como dice Francisco que “tenemos un Padre cercanísimo que nos abraza”, recitamos el Padrenuestro de forma sentida:
Versión en Latín:
4- A continuación, siguiendo la indicación de nuestro padre San Bernardo que dice que “ésta es la voluntad de Dios: quiere que todo lo tengamos por María”, rezaremos el Ave María.
5- Continuamos centrando la atención dentro de nosotros mismos, en el corazón, tratando de sentir la presencia del Espíritu de Dios en él. Y así, siguiendo el ritmo de la respiración, según el método de Oración Hesicasta decimos interiormente: