Empezamos un nuevo año y como siempre, con una gran mochila cargada de buenos propósitos que no cumpliremos, pero nos esclavizarán tanto si queremos conseguirlos como si no los conseguimos.
El mejor propósito que podemos hacer los cristianos para este año es escuchar diariamente la palabra de Jesús, meditarla y transformar nuestro interior día a día. La eucaristía diaria es el alimento que nos ayuda, que nos mantiene, que nos fortalece.
Aunque somos adultos y hemos escuchado la palabra de Dios muchas veces, debemos empezar como un niño, desde el principio, como si fuera la primera vez que la oímos, intentando entenderla, leer entre líneas, desgranar sus entresijos, captar su mensaje, etc…y así todos los días. Disfrutaremos de una nueva experiencia y descubriremos un nuevo estilo de vida.
Debemos ser conscientes que Dios nos da cada mañana un nuevo día para cambiar, mejorar y alcanzar así el Reino de Dios en esta Tierra.
Dios es infinito amor, infinita misericordia, infinita caridad, infinita justicia, infinita esperanza… Alcanzar el Reino de Dios no es otra cosa que acercarnos al máximo a estar virtudes y cualidades de las que Jesús es el máximo exponente y practicarlas.
Seamos valientes, descubrámoslas, desarrollémoslas, potenciémoslas… nuestro entorno cambiará y seremos portadores del mensaje del Reino.
Habiendo nacido Jesús en Belén de Judea en tiempos del rey Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando: ¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo.
Al enterarse el rey Herodes, se sobresaltó y toda Jerusalén con él; convocó a los sumos sacerdotes y a los escribas del país, y les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías. Ellos le contestaron: En Belén de Judea, porque así lo ha escrito el profeta.
Y tú Belén, tierra de Judá,
no eres ni mucho menos la última de las poblaciones de Judá,
pues de ti saldrá un jefe
que pastoreará a mi pueblo Israel.
Entonces Herodes llamó en secreto a los magos para que le precisaran el tiempo en que había aparecido la estrella, y los mandó a Belén, diciéndoles:
Id y averiguad cuidadosamente qué hay del niño y cuando lo encontréis, avisadme, para ir yo también a adorarlo. Ellos se pusieron de camino y, de pronto, la estrella que habían visto salir comenzó a guiarlos hasta que vino a pararse encima de donde estaba el niño. Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra. Y habiendo recibido en sueños un oráculo, para que no volvieran a Herodes, se retiraron a su tierra por otro camino.
Jesús provoca inquietud en los poderosos desde su nacimiento. Es el presagio de las persecuciones y enemistades que se ganará en su vida adulta. Es rupturista con lo establecido y su nacimiento amenaza el régimen establecido.
Estamos ante la llegada de unos Magos de distintos países y culturas. Es un presagio de la diversidad de pueblos, culturas, religiones que acoge el mensaje de Jesús con tal de aceptar su mensaje.
Cuando rezo el “Padre nuestro” debo de ser consciente de que para llamar a Dios Padre nuestro, debo reconocer que todos somos hijos suyos y por lo tanto hermanos. Jesús deposita su fe en nosotros para que todos seamos hermanos y así lo reconocemos en nuestros mandamientos “amarás la prójimo como a ti mismo” sin la coletilla de “depende a quién, cómo sea, a qué organización o religión pertenezca…”
Acepta la mirada del Dios que te ama. Acepta tus nuevos ojos para mirar al ser humano, al mundo, para verle a él y conocer su voluntad. No es momento de preguntas sino de permanecer en calma ante Dios, de sentir ser mirados, y quedar abrazados a la Palabra que nos salva.
La Luz del Espíritu y la fortaleza de la Palabra nos enseñarán a contemplar las cosas desde Dios y a acoger en la vida lo que es conforme al Evangelio de Jesús.
1- Posición y relajación del cuerpo, en pie, sentados o arrodillados cada uno asumiendo la postura que favorezca más su concentración. Lo importante, independientemente de la posición que se adopte, es colocarnos con la actitud de un ser ante su Creador y Padre, rodeados y acogidos por su fortaleza y ternura y transportados al tiempo eterno.
2- Cerrar los ojos. Calmar toda emoción. Silenciar toda actividad mental discursiva e imaginativa. Alcanzar el máximo de intensidad para, como sugiere el Papa Francisco sentir que “La oración no es magia, sino un confiarse en el abrazo del Padre. Tú debes orar a quien te engendró, al que te dio la vida a ti concretamente”.
3- Desde esa actitud, sintiendo como dice Francisco que “tenemos un Padre cercanísimo que nos abraza”, recitamos el Padrenuestro de forma sentida:
Versión en Latín:
4- A continuación, siguiendo la indicación de nuestro padre San Bernardo que dice que “ésta es la voluntad de Dios: quiere que todo lo tengamos por María”, rezaremos el Ave María.
5- Continuamos centrando la atención dentro de nosotros mismos, en el corazón, tratando de sentir la presencia del Espíritu de Dios en él. Y así, siguiendo el ritmo de la respiración, según el método de Oración Hesicasta decimos interiormente: