San Saturnino, también llamado San Cernin, patrón de Pamplona.
Desde la torre de esta parroquia, situada en el antiguo Burgo de San Cernin, suenan las campanas que marcan la hora de inicio de los famosos encierros de San Fermín.
Obispo y mártir, murió despedazado al ser arrastrado por un toro, ante la negativa de adorar al dios Júpiter. Junto a su iglesia hay una placa que cubre un pozo donde se dice que bautizó a los primeros cristianos de Pamplona.
Recordamos a nuestros hermanos de Pamplona pertenecientes a la Encomienda Templaria San Francisco Javier de Navarra.
Esta semana finaliza con el primer domingo de Adviento. Comienza el tiempo de preparación para la Navidad. El nacimiento de Jesús debe marcar nuestras vidas para iniciar nuestro nuevo nacimiento. El que no nace de nuevo no verá el Reino de Dios. Debemos nacer en el mundo del Espíritu. Lo nacido de carne, carne es, y lo nacido del Espíritu, espíritu. El espíritu de Dios no es el humano, no es el cerebro, no es el intelecto, ni el alma. Las cosas de Dios sólo se entienden con la inteligencia del corazón cuando está iluminada por el espíritu divino. El viento sopla donde quiere, y se oye su ruido, pero no se sabe de dónde viene y a dónde va; así es todo el que nace del Espíritu…
Que este nuevo nacimiento llegue también a nuestra Orden con la elección del nuevo Gran Maestre, bajo la inspiración del Espíritu Santo.
Dijo Jesús a sus discípulos:
Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas. Las naciones de la tierra serán presa de confusión y terror a causa del bramido del mar y el ímpetu de su oleaje. Los habitantes de todo el mundo desfallecerán de miedo y ansiedad por todo lo que se les viene encima, pues hasta las fuerzas celestes se estremecerán. Entonces se verá llegar al Hijo del hombre en una nube con gran poder y gloria. Cuando todo esto comience a suceder, cobrad aliento y levantad la cabeza, porque vuestra liberación ya está cerca.
Estad atentos y no dejéis que os esclavicen el vicio, las borracheras y las preocupaciones de esta vida, con lo que el día aquel caería por sorpresa sobre vosotros. Porque será como una trampa en la que quedarán apresados todos los habitantes de la tierra. Estad pues alerta, y no dejéis de orar, para que consigáis escapar de lo que va a suceder y podáis manteneros en pie delante del Hijo del hombre.
El evangelio anuncia la llegada del hijo de David en la figura de Jesús, y nos invita a esperar su llegada definitiva. Se nos invita a permanecer firmes e irreprochables mientras esperamos la llegada del Señor.
El lenguaje apocalíptico puede desconcertarnos y amedrentarnos, pero debemos saber leer entre líneas y ser capaces de vislumbrar una luz.
Señor Jesús, ayúdanos a abrir los ojos a una nueva vida.
Acepta la mirada del Dios que te ama. Acepta tus nuevos ojos para mirar al ser humano, al mundo, para verle a él y conocer su voluntad. No es momento de preguntas sino de permanecer en calma ante Dios, de sentir ser mirados, y quedar abrazados a la Palabra que nos salva.
La Luz del Espíritu y la fortaleza de la Palabra nos enseñarán a contemplar las cosas desde Dios y a acoger en la vida lo que es conforme al Evangelio de Jesús.
1- Posición y relajación del cuerpo, en pie, sentados o arrodillados cada uno asumiendo la postura que favorezca más su concentración. Lo importante, independientemente de la posición que se adopte, es colocarnos con la actitud de un ser ante su Creador y Padre, rodeados y acogidos por su fortaleza y ternura y transportados al tiempo eterno.
2- Cerrar los ojos. Calmar toda emoción. Silenciar toda actividad mental discursiva e imaginativa. Alcanzar el máximo de intensidad para, como sugiere el Papa Francisco sentir que “La oración no es magia, sino un confiarse en el abrazo del Padre. Tú debes orar a quien te engendró, al que te dio la vida a ti concretamente”.
3- Desde esa actitud, sintiendo como dice Francisco que “tenemos un Padre cercanísimo que nos abraza”, recitamos el Padrenuestro de forma sentida:
Versión en Latín:
4- A continuación, siguiendo la indicación de nuestro padre San Bernardo que dice que “ésta es la voluntad de Dios: quiere que todo lo tengamos por María”, rezaremos el Ave María.
5- Continuamos centrando la atención dentro de nosotros mismos, en el corazón, tratando de sentir la presencia del Espíritu de Dios en él. Y así, siguiendo el ritmo de la respiración, según el método de Oración Hesicasta decimos interiormente: