Esta semana celebramos dos festividades de gran significado para los cristianos. Al margen de costumbres paganas, los cristianos recordamos a todos nuestros antepasados, tanto Santos como Fieles difuntos.
La primera festividad nos debe hacer reflexionar y recordar que todos estamos llamados a la santidad y por lo tanto todos podemos ser Santos. Ser Santo es querer seguir a Jesús, actuar como él, hacer el bien como él, amar como él. Ser Santo es ser amigo de Jesús. Es por ello que el evangelio de dicha festividad nos muestra el camino a la santidad con el sermón de la montaña y las bienaventuranzas. Los Santos son nuestros guías y ejemplos que tenemos que seguir. Ellos han sido fieles a las enseñanzas del Maestro y por eso son felices y dichosos, son bienaventurados.
La segunda celebración, día de Fieles Difuntos, nos invita a orar por todos nuestros antepasados y seres queridos que dejaron este mundo, con la finalidad de que alcancen la luz eterna si todavía no la han alcanzado. Debemos ser generosos recordando y pidiendo a Dios por los que ya no están con nosotros. Es estos días no podemos dejar de recordar a nuestros hermanos templarios que dieron su vida por defender sus ideales cristianos.
En aquel tiempo un maestro de la ley se acercó a Jesús y le preguntó: ¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?
Jesús le contestó: El primero es Escucha Israel: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor. Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu inteligencia y con todas tus fuerzas.
Y el segundo es: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay ningún mandamiento mayor que estos.
El maestro de la ley contestó a Jesús: Muy bien Maestro. Es cierto lo que dices: Dios es único y no hay otro fuera de él. Y amar a Dios con todo nuestro corazón, con todo nuestro entendimiento y con todas nuestras fuerzas y amar al prójimo como a uno mismo, vale más que todos los holocaustos y sacrificios.
Jesús entonces, viendo que había contestado con sabiduría, le dijo: Tú no estás lejos del Reino de Dios. Después de esto, ya nadie se atrevió a hacerle más preguntas.
Jesús dice que escuchar y amar al Señor y al prójimo con todo nuestro corazón es lo más importante. El Maestro de la ley con sabiduría, reafirma lo dicho por Jesús.
La pregunta del Maestro de la ley responde a la mentalidad de la época, preguntando por el orden e importancia de las cosas. Jesús responde conforme a esa mentalidad: Escuchar a Dios y amar al prójimo.
La escucha y el amor son dos caras de la misma moneda, La escucha nos ayuda a comprender al otro, a captar su mensaje. Nos hace crecer en el amor ya que es la base para entrar en un diálogo profundo con los demás Es una actitud activa que crea y genera vida.
Señor, queremos escucharte. Háblanos.
Acepta la mirada del Dios que te ama. Acepta tus nuevos ojos para mirar al ser humano, al mundo, para verle a él y conocer su voluntad. No es momento de preguntas sino de permanecer en calma ante Dios, de sentir ser mirados, y quedar abrazados a la Palabra que nos salva.
La Luz del Espíritu y la fortaleza de la Palabra nos enseñarán a contemplar las cosas desde Dios y a acoger en la vida lo que es conforme al Evangelio de Jesús.
1- Posición y relajación del cuerpo, en pie, sentados o arrodillados cada uno asumiendo la postura que favorezca más su concentración. Lo importante, independientemente de la posición que se adopte, es colocarnos con la actitud de un ser ante su Creador y Padre, rodeados y acogidos por su fortaleza y ternura y transportados al tiempo eterno.
2- Cerrar los ojos. Calmar toda emoción. Silenciar toda actividad mental discursiva e imaginativa. Alcanzar el máximo de intensidad para, como sugiere el Papa Francisco sentir que “La oración no es magia, sino un confiarse en el abrazo del Padre. Tú debes orar a quien te engendró, al que te dio la vida a ti concretamente”.
3- Desde esa actitud, sintiendo como dice Francisco que “tenemos un Padre cercanísimo que nos abraza”, recitamos el Padrenuestro de forma sentida:
Versión en Latín:
4- A continuación, siguiendo la indicación de nuestro padre San Bernardo que dice que “ésta es la voluntad de Dios: quiere que todo lo tengamos por María”, rezaremos el Ave María.
5- Continuamos centrando la atención dentro de nosotros mismos, en el corazón, tratando de sentir la presencia del Espíritu de Dios en él. Y así, siguiendo el ritmo de la respiración, según el método de Oración Hesicasta decimos interiormente: