Día 11 jueves. Corpus Christi
El “Corpus Christi” es una fiesta de la Iglesia católica destinada a celebrar la Eucaristía. Es un culto público para ensalzar la institución de la Última Cena, de la Santa Eucaristía.
La finalidad del Corpus Christi es proclamar y aumentar la fe de los católicos en la presencia real de Jesucristo en el Santísimo Sacramento. Durante este día las celebraciones suelen incluir una procesión donde la hostia se exhibe en una custodia.
El término “Corpus Christi” es latín y significa «Cuerpo de Cristo», antiguamente era denominado como “Corpus Domini” (Cuerpo del Señor). La fecha del Corpus es el jueves después del Domingo de la Santísima Trinidad y viene de contar justo 60 días después del Domingo de Pascua. Este año es el jueves día 11 de junio. Se ha trasladado la observancia al domingo siguiente para adaptarse al calendario laboral. Es lo que se conoce como el Domingo del Corpus, que este año se celebra el 14 de Junio.
El origen de la celebración del Corpus viene del papa Urbano IV, nombrado Patriarca de Jerusalem en 1.255 y que instituyó esta fiesta en 1264 mediante la bula “Transiturus de hoc mundo” en la que condenaba la herejía sobre la transubstanciación eucarística. A buen seguro que nuestros antepasados, hermanos Caballeros Templarios, a los que les tocó convivir con él, celebraron con gran devoción esta festividad. Las procesiones relacionadas con el Corpus fueron populares a partir del siglo XIV y hoy en día se siguen celebrando con gran fervor en muchas ciudades de nuestro país.
En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: "Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo." Disputaban los judíos entre sí: "¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?" Entonces Jesús les dijo: "Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. El Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que come vivirá por mí. Éste es el pan que ha bajado del cielo; no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre."
El texto no es fácil. Jesús nos dice que el que come de su carne tiene vida eterna. Es la segunda versión del Jueves Santo, en la que se instaura la Eucaristía.
El texto me hace reflexionar si cuando comulgo lo hago como un acto más de costumbre o protocolo, o realmente creo que allí está Dios y quiero que esté junto a mí. Cuando participo en la Eucaristía entro en comunión con la vida de Jesús. Jesús es fuente de vida.
Padre, tú te preocupaste por nosotros y nos diste todo lo que tenías. No te quedaste nada para ti. Nos dejaste a tu Padre para que fuese el nuestro, al Espíritu Santo para darnos fuerzas y trasmitir tu amor, y a María para que tuviéramos una madre. Por último cuando no te quedaba nada nos diste tu cuerpo y tu sangre, tu vida.
Acepta la mirada del Dios que te ama. Acepta tus nuevos ojos para mirar al ser humano, al mundo, para verle a él y conocer su voluntad. No es momento de preguntas sino de permanecer en calma ante Dios, de sentir ser mirados, y quedar abrazados a la Palabra que nos salva.
1- Posición y relajación del cuerpo, en pie, sentados o arrodillados cada uno asumiendo la postura que favorezca más su concentración. Lo importante, independientemente de la posición que se adopte, es colocarnos con la actitud de un ser ante su Creador y Padre, rodeados y acogidos por su fortaleza y ternura y transportados al tiempo eterno.
2- Cerrar los ojos. Calmar toda emoción. Silenciar toda actividad mental discursiva e imaginativa. Alcanzar el máximo de intensidad para, como sugiere el Papa Francisco sentir que “La oración no es magia, sino un confiarse en el abrazo del Padre. Tú debes orar a quien te engendró, al que te dio la vida a ti concretamente”.
3- Desde esa actitud, sintiendo como dice Francisco que “tenemos un Padre cercanísimo que nos abraza”, recitamos el Padrenuestro de forma sentida:
Versión en Latín:
4- A continuación, siguiendo la indicación de nuestro padre San Bernardo que dice que “ésta es la voluntad de Dios: quiere que todo lo tengamos por María”, rezaremos el Ave María.
5- Continuamos centrando la atención dentro de nosotros mismos, en el corazón, tratando de sentir la presencia del Espíritu de Dios en él. Y así, siguiendo el ritmo de la respiración, según el método de Oración Hesicasta decimos interiormente: