Día 1 Sta. María Madre de la Iglesia. Virgen del Rocío. Día 4 Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote. Día 7 Santísima Trinidad
Terminada la Pascua la Iglesia vuelve a lo que llamamos “Tiempo Ordinario”, con una gran Festividad como es la de la Santísima Trinidad.En un día como hoy la iglesia celebra el misterio central de la fe cristiana. La Trinidad, las tres divinas personas son un solo Dios. Para entenderlo recordemos este mensaje del Papa Francisco, quien comentó hace unos años, cómo las palabras de San Pablo “la gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros” es fruto de su experiencia personal del amor de Dios, el amor que Cristo resucitado le ha revelado, que ha transformado su vida y lo ha llevado a llevar el Evangelio a las gentes. La comunidad cristiana, con todos sus límites humanos, puede convertirse en un reflejo de la comunión de la Trinidad, de su bondad y de su belleza. El Papa nos recordó que Dios “no está lejano ni cerrado en sí mismo, sino que es vida que quiere comunicarse, es apertura, es amor que rescata al hombre de la infidelidad”. Es “misericordioso, tiene piedad, es rico en gracia porque se ofrece a nosotros para colmar nuestros límites y nuestras faltas, para perdonar nuestros errores, para llevarnos por el camino de la justicia y de la verdad”. “Jesús nos ha manifestado el rostro de Dios, Uno en la sustancia y Trino en las personas; Dios es todo y solo amor, en una relación subsistente que todo crea, redime y santifica: Padre, Hijo y Espíritu Santo”. También nos recuerda que la “vida eterna” es “el amor desmesurado y gratuito del Padre que Jesús ha donado en la cruz, ofreciendo su vida por nuestra salvación”. “Este amor con la acción del Espíritu Santo ha irradiado una luz nueva sobre la tierra en cada corazón humano que lo acoge; una luz que revela los ángulos oscuros, las durezas que nos impiden llevar los frutos buenos de la caridad y de la misericordia”
Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo Único, para que quien crea en Él no se pierda, sino que tenga vida eterna. Dios no envió el Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que se salve por Él. Para que quien cree en Él no sea juzgado y se salve por Él. En cambio, el que no cree ya se ha condenado, por el hecho de no creer en el Nombre del Hijo Único de Dios.".
Dios es amor. Tenemos el resumen de la Biblia en este pasaje. Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Unigénito. Es un enorme e inigualable acto de amor.
El texto me hace reflexionar si realmente creo en Jesús o no, y si creo que vino a salvarnos y no a condenarnos.
El Padre ama al Hijo y éste se entrega por el Padre. Ese amor entre el Padre y el Hijo es el Espíritu que hay ente ellos, es el Espíritu Santo. Cada una de las tres personas se entrega a las otras dos porque su esencia es servir y amar. Dios nos invita a compartir su amor y a hacer nuestro camino hasta llegar a Él.
Acepta la mirada del Dios que te ama. Acepta tus nuevos ojos para mirar al ser humano, al mundo, para verle a él y conocer su voluntad. No es momento de preguntas sino de permanecer en calma ante Dios, de sentir ser mirados, y quedar abrazados a la Palabra que nos salva.
1- Posición y relajación del cuerpo, en pie, sentados o arrodillados cada uno asumiendo la postura que favorezca más su concentración. Lo importante, independientemente de la posición que se adopte, es colocarnos con la actitud de un ser ante su Creador y Padre, rodeados y acogidos por su fortaleza y ternura y transportados al tiempo eterno.
2- Cerrar los ojos. Calmar toda emoción. Silenciar toda actividad mental discursiva e imaginativa. Alcanzar el máximo de intensidad para, como sugiere el Papa Francisco sentir que “La oración no es magia, sino un confiarse en el abrazo del Padre. Tú debes orar a quien te engendró, al que te dio la vida a ti concretamente”.
3- Desde esa actitud, sintiendo como dice Francisco que “tenemos un Padre cercanísimo que nos abraza”, recitamos el Padrenuestro de forma sentida:
Versión en Latín:
4- A continuación, siguiendo la indicación de nuestro padre San Bernardo que dice que “ésta es la voluntad de Dios: quiere que todo lo tengamos por María”, rezaremos el Ave María.
5- Continuamos centrando la atención dentro de nosotros mismos, en el corazón, tratando de sentir la presencia del Espíritu de Dios en él. Y así, siguiendo el ritmo de la respiración, según el método de Oración Hesicasta decimos interiormente: