Día 24, Festividad del nacimiento de San Juan Bautista, Patrón del Temple.
Predecesor de Cristo, San Juan Bautista nació seis meses antes que Jesucristo.
La Iglesia celebra el nacimiento de San Juan como algo sagrado y él es el único de los santos cuyo nacimiento se festeja. San Juan es la línea divisoria entre los dos Testamentos, el antiguo y el nuevo. Así como el nacimiento del Señor se celebra cada 25 de diciembre, cercano al solsticio de invierno (el día más corto del año), y el nacimiento de San Juan es el 24 de junio, alrededor del solsticio de verano (el día más largo). Así, después de Jesús los días van a más y después de Juan, los días van a menos hasta que vuelve “a nacer el sol”.
La Iglesia señaló estas fechas en el siglo IV, con la finalidad de que se superpongan a dos fiestas importantes del calendario greco-romano: “día del sol” (25 de diciembre) y el “día de Diana” en el verano, cuya fiesta conmemoraba la fertilidad.
San Juan, es el Santo Patrón de La Orden del Temple, y nos dejó el llamado Evangelio Espiritual o Evangelio del Verbo en el que aparecen dos principios creados por Dios, que luchan por el dominio de la humanidad; por una parte el Principio de la Luz, llamado también principio de la Verdad, y por otra el Angel de las Tinieblas llamado el espíritu de la perversión. Cristo es la Luz que vence a las tinieblas, y cada hombre tiene que elegir entre Luz y verdad o perversión y tinieblas..
El Temple en el Medievo realizaba la simbiosis perfecta entre la Iglesia de Juan con la de Pedro, inspirando a toda la cristiandad hacia la profundización en el plano espiritual y supuso el resurgimiento del “espíritu de Juan”.
San Juan supo recoger el anhelo de salvación que anidaba en el corazón del pueblo judío. Deberíamos preguntarnos hasta qué punto nos hacemos eco de las angustias y aspiraciones de nuestro entorno. Lo que no hagamos no lo hará nadie.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: "El que ama a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí; el que ama a su hijo o a su hija más que a mí no es digno de mí; y el que no coge su cruz y me sigue no es digno de mí. El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí la encontrará. El que os recibe a vosotros me recibe a mí, y el que me recibe, recibe al que me ha enviado; el que recibe a un profeta porque es profeta tendrá paga de profeta; y el que recibe a un justo porque es justo tendrá paga de justo. El que dé a beber, aunque no sea más que un vaso de agua fresca, a uno de estos pobrecillos, sólo porque es mi discípulo, no perderá su paga, os lo aseguro."
En tiempos de Jesús la familia lo era todo. Es por eso que seguir a Jesús suponía un gran esfuerzo y podía suponer un conflicto personal.
Una vez más Jesús me habla del amor, pero mucho más allá del amor a mis familiares, a mis seres queridos, a mi entorno cercano, a mis cosas. Me invita a amar a los demás, a los desconocidos, a aquellos con los que no tengo relación, o a aquellos con los que no comparto nada o incluso estoy enfrentado.
Padre, creemos y confiamos en tu palabra. Es por ello que sabemos que nos cuidas, que te preocupas por nosotros y por todo ello queremos darte gracias.
Acepta la mirada del Dios que te ama. Acepta tus nuevos ojos para mirar al ser humano, al mundo, para verle a él y conocer su voluntad. No es momento de preguntas sino de permanecer en calma ante Dios, de sentir ser mirados, y quedar abrazados a la Palabra que nos salva.
1- Posición y relajación del cuerpo, en pie, sentados o arrodillados cada uno asumiendo la postura que favorezca más su concentración. Lo importante, independientemente de la posición que se adopte, es colocarnos con la actitud de un ser ante su Creador y Padre, rodeados y acogidos por su fortaleza y ternura y transportados al tiempo eterno.
2- Cerrar los ojos. Calmar toda emoción. Silenciar toda actividad mental discursiva e imaginativa. Alcanzar el máximo de intensidad para, como sugiere el Papa Francisco sentir que “La oración no es magia, sino un confiarse en el abrazo del Padre. Tú debes orar a quien te engendró, al que te dio la vida a ti concretamente”.
3- Desde esa actitud, sintiendo como dice Francisco que “tenemos un Padre cercanísimo que nos abraza”, recitamos el Padrenuestro de forma sentida:
Versión en Latín:
4- A continuación, siguiendo la indicación de nuestro padre San Bernardo que dice que “ésta es la voluntad de Dios: quiere que todo lo tengamos por María”, rezaremos el Ave María.
5- Continuamos centrando la atención dentro de nosotros mismos, en el corazón, tratando de sentir la presencia del Espíritu de Dios en él. Y así, siguiendo el ritmo de la respiración, según el método de Oración Hesicasta decimos interiormente: