Día 24 María Auxiliadora
María Auxiliadora es una advocación de María en la Iglesia Católica Romana, creada para la Virgen María y que lleva su nombre desde el año 345 con Juan Crisóstomo. El título de María Auxiliadora de los cristianos se asocia con la defensa de la Europa cristiana, el norte de África y Oriente Medio. Alude a la protección y socorro que dispensa la Virgen a los cristianos.
María Auxiliadora se apareció ante San Juan Bosco. Éste fue un gran propagador del amor a esta advocación mariana porque la misma Virgen María se le apareció en 1860 para señalarle el lugar en Turín (Italia) donde debía ser construido un templo en su honor; asimismo, pidió ser honrada bajo el título de "Auxiliadora".
Don Bosco decía: María ha sido siempre mi guía. El que pone su confianza en ella nunca quedará defraudado. Es imposible ir hacia Jesús si no pasas por el Amor a María. Recordemos que Mayo es el mes de Nuestra Señora. Honrémosla como se merece con nuestra oración y rezando el Santo Rosario, que no seremos defraudados. El evangelio de esta semana nos debe llegar hondo como Caballeros del Temple. Somos soldados de Cristo, y por lo tanto debemos defender su figura, su mensaje y sus deseos. Hoy nos pide que vayamos por todo el mundo predicando, haciendo misión, e invitando al bautizo. ¿Hacemos algo de esto? Repasemos cuántas veces y en cuántos casos lo hemos hecho. ¿Somos realmente Caballeros del Temple o sólo figurantes de boquilla? Seamos fieles a lo que representamos.
En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al verlo, ellos se postraron, pero algunos vacilaban. Acercándose a ellos, Jesús les dijo: "Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo."
Jesús, antes de subir definitivamente al cielo, confirma a sus discípulos en su misión. Ellos estaban temerosos, asustados, sin rumbo, pero Jesús les da la orden de ir por el mundo predicando su mensaje, haciendo discípulos y bautizando en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Jesús me dice en este texto que me ha encomendado una misión clara de evangelizar, con la finalidad de que otros hermanos se bauticen. Es un mensaje dirigido a cada uno de nosotros en función de nuestra vocación, nuestro estado de vida, nuestro entorno y nuestra profesión. Jesús me está preguntando o recordando si estoy cumpliendo con esta obligación como discípulo.
Padre si hubiéramos respondido a tu petición el mundo sería distinto. Reinaría el amor en toda la humanidad y el mundo sería más humano, más sencillo, más fraterno, más solidario. Algo no debemos estar haciendo bien como discípulos, ya que tú nos has prometido que no nos abandonarás en esta misión. Además siempre nos justificamos con excusas. Basta ya. El mundo no cambiará si no se instaura tu reino, y esa misión nos corresponde.
Acepta la mirada del Dios que te ama. Acepta tus nuevos ojos para mirar al ser humano, al mundo, para verle a él y conocer su voluntad. No es momento de preguntas sino de permanecer en calma ante Dios, de sentir ser mirados, y quedar abrazados a la Palabra que nos salva.
1- Posición y relajación del cuerpo, en pie, sentados o arrodillados cada uno asumiendo la postura que favorezca más su concentración. Lo importante, independientemente de la posición que se adopte, es colocarnos con la actitud de un ser ante su Creador y Padre, rodeados y acogidos por su fortaleza y ternura y transportados al tiempo eterno.
2- Cerrar los ojos. Calmar toda emoción. Silenciar toda actividad mental discursiva e imaginativa. Alcanzar el máximo de intensidad para, como sugiere el Papa Francisco sentir que “La oración no es magia, sino un confiarse en el abrazo del Padre. Tú debes orar a quien te engendró, al que te dio la vida a ti concretamente”.
3- Desde esa actitud, sintiendo como dice Francisco que “tenemos un Padre cercanísimo que nos abraza”, recitamos el Padrenuestro de forma sentida:
Versión en Latín:
4- A continuación, siguiendo la indicación de nuestro padre San Bernardo que dice que “ésta es la voluntad de Dios: quiere que todo lo tengamos por María”, rezaremos el Ave María.
5- Continuamos centrando la atención dentro de nosotros mismos, en el corazón, tratando de sentir la presencia del Espíritu de Dios en él. Y así, siguiendo el ritmo de la respiración, según el método de Oración Hesicasta decimos interiormente: