En esta carta a los Gálatas, San Pablo rompe drásticamente
con la esclavitud de la ley. Dios se ha manifestado
definitivamente en Jesús. Ya no es necesario el recurso a las
leyes mosaicas que conformaron el caminar del pueblo hasta
la manifestación del Mesías. Dios es fiel y ha cumplido su
promesa al enviarnos a su hijo Jesús. Es por la fe en Jesús
como llegamos a la salvación de Dios, no por el cumplimiento
de las normas y las leyes ya superadas. En Jesús llegamos a
la mayoría de edad, y queda superado el pedagogo de la ley,
que fue necesaria en su momento. Ahora por la fe, nos
convertimos en hijos de Dios, en imágenes vivas de
Jesucristo. En Él queda también eliminada toda
discriminación entre judíos y paganos, siervos o amos, ricos y
pobres…. Porque todos somos llamados a la asimilación en
Cristo como hijos de Dios. Y esta justificación se cumple por
la fe en la acción del Espíritu. Somos justificados
gratuitamente por la gracia de Dios y esa novedad de nuestro
nuevo ser se expresa libremente en la práctica del amor al
prójimo. Un amor que se vive en la alegría de pertenecer al
pueblo de los salvados y agraciados por el amor de Dios. En
Cristo habéis sido salvados, vivid conforme el mandamiento
del Señor, el amor.
En Jesús todos los hombres hemos sido hermanados
y somos iguales ante Dios
En este pasaje de Lucas, Jesús recrimina a los que se han
agolpado a escucharle la poca fe de su generación. El Pueblo
de Israel se ha balanceado a lo largo de su historia entre la
increencia y la vuelta a la religiosidad, entre el olvido de Dios
y la necesidad de venerarle. Todo ello pese a las múltiples
manifestaciones y pruebas recibidas de la fidelidad de Dios. Y
les pone el ejemplo del profeta Jonás, enviado por Dios a
Nínive, un pueblo extranjero, capaz de arrepentirse y poner
su esperanza en el Dios de Israel, sólo por los signos
manifestados en el profeta Jonás. Jesús se postula como el
Jonás definitivo, la manifestación última de Dios para llamar
a la fe y la fidelidad decisiva. Él es el hijo del Hombre, la
manifestación de la salvación definitiva de Dios. Una
salvación que llega para todos los hombres. Desde Nínive a la
reina del Sur, que vino a escuchar a Salomón. En Jesús se ha
cumplido la promesa de Dios, se ha renovado la alianza de la
nueva creación, y se ha repartido a todos los hombres de
todos los confines del orbe. Con estas palabras del evangelista
se nos propone a Jesús como el camino para acceder a Dios.
La bienaventuranza de ser elegidos de Dios se realiza
cumpliendo su voluntad, haciendo del Evangelio la forma de
vida, el estilo de actuar, sentir y vivir conforme al mandato de
Jesús. Dios nos ha amado enviándonos al Señor para que
conozcamos a Dios. Y a Dios lo conocemos cuando nos
amamos sin reservas, sin discriminaciones, sin preferencias.
Cuando somos capaces de entregarnos totalmente a los
demás, por encima de nuestras mezquindades. “Deja todo lo
que tienes, dalo a los pobres, ven y sígueme”. Esta máxima
que Jesús propone al joven rico es el horizonte de perfección
al que todos estamos llamados. Como Jesús se entregó por
nosotros hasta la muerte en cruz, nosotros, a su imagen y
semejanza, estamos llamados a seguirle e imitarle
despojándonos de todo lo innecesario, con alegría y
generosidad.
Jesús nos dice: “Ven y sígueme”. Seamos valientes.
Estos Evangelios y reflexión han sido extraídos de “Dominicos”, hecho público en
https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/ 10-10-2022/ Dominicos
Acepta la mirada del Dios que te ama. Acepta tus nuevos ojos para mirar al ser humano, al mundo, para verle a él y conocer su voluntad. No es momento de preguntas sino de permanecer en calma ante Dios, de sentir ser mirados, y quedar abrazados a la Palabra que nos salva.
La Luz del Espíritu y la fortaleza de la Palabra nos enseñarán a contemplar las cosas desde Dios y a acoger en la vida lo que es conforme al Evangelio de Jesús.
1- Posición y relajación del cuerpo, en pie, sentados o arrodillados cada uno asumiendo la postura que favorezca más su concentración. Lo importante, independientemente de la posición que se adopte, es colocarnos con la actitud de un ser ante su Creador y Padre, rodeados y acogidos por su fortaleza y ternura y transportados al tiempo eterno.
2- Cerrar los ojos. Calmar toda emoción. Silenciar toda actividad mental discursiva e imaginativa. Alcanzar el máximo de intensidad para, como sugiere el Papa Francisco sentir que “La oración no es magia, sino un confiarse en el abrazo del Padre. Tú debes orar a quien te engendró, al que te dio la vida a ti concretamente”.
3- Desde esa actitud, sintiendo como dice Francisco que “tenemos un Padre cercanísimo que nos abraza”, recitamos el Padrenuestro de forma sentida:
Versión en Latín:
4- A continuación, siguiendo la indicación de nuestro padre San Bernardo que dice que “ésta es la voluntad de Dios: quiere que todo lo tengamos por María”, rezaremos el Ave María.
5- Continuamos centrando la atención dentro de nosotros mismos, en el corazón, tratando de sentir la presencia del Espíritu de Dios en él. Y así, siguiendo el ritmo de la respiración, según el método de Oración Hesicasta decimos interiormente: