Los evangelios del año pasado eran de San Lucas. Este nuevo año leeremos a lo largo de los domingos el evangelio de San Mateo.
En esta época existían fuertes desigualdades sociales. Una parte de la población vivía muy bien, mientras una mayoría llevaba una vida muy pobre, con penurias y dificultades. Los impuestos y la burocracia corrupta les llevaba a esta situación. Religiosamente cada cual rendía culto a sus dioses, unos a los del imperio, otros a sí mismos, y otros a dioses protectores del hogar y la familia. Si miramos nuestro mundo de hoy es bastante similar. Hemos avanzado poco en la situación política, social, económica y religiosa. Los problemas son similares. En este contexto es en el que predica San Mateo, es decir, a gente conocedora de las Escrituras, en conflicto con el judaísmo oficial y a cristianos del mundo pagano. También es una situación similar a la que nos toca vivir a la hora de predicar en mensaje de Jesús, es decir, gente conocedora del Evangelio, de la Biblia, del cristianismo, pero desilusionada, sin motivación y en conflicto con la Iglesia oficial. En el fondo ciudadanos bautizados que son cristianos pero alejados de la Iglesia, no practicantes, es decir, algo parecido al mundo pagano.
Entonces Jesús vino de Galilea al Jordán y se presentó a Juan, para ser bautizado por él. Mas Juan se le oponía, diciendo: "Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí? "Pero Jesús le respondió: "Dejalo ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia." Entonces Juan se lo permitió. Y Jesús, después que fue bautizado, salió luego del agua; y he aquí que se abrieron los cielos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre él. Y hubo una voz de los cielos, que decía: "Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia."
La lectura nos presenta al tan esperado a lo largo de los siglos, el enviado por Dios. Pedro, en la segunda lectura del domingo, toma conciencia de que Jesús viene a salvar al hombre, a implantar la justicia por encima de naciones, pueblos razas etc… Dios está por encima de todo nacionalismo. La clasificación, la discriminación, las fronteras, las razas, las diferenciaciones son cosa artificial creada por el egoísmo del hombre.
Con el bautismo Jesús inicia su misión acompañado del Espíritu Santo. Este don del Espíritu Santo lo tenemos cada uno de los bautizados y es el que nos da fuerza para vivir como hijos de Dios. Debo reflexionar si realmente siento este espíritu conmigo y me abre al amor de Dios.
Padre, mediante el bautismo, sin ser conscientes nosotros, nos acogiste en tus brazos y nos introdujiste en la comunidad de tus hijos.
Acepta la mirada del Dios que te ama. Acepta tus nuevos ojos para mirar al ser humano, al mundo, para verle a él y conocer su voluntad. No es momento de preguntas sino de permanecer en calma ante Dios, de sentir ser mirados, y quedar abrazados a la Palabra que nos salva.
1- Posición y relajación del cuerpo, en pie, sentados o arrodillados cada uno asumiendo la postura que favorezca más su concentración. Lo importante, independientemente de la posición que se adopte, es colocarnos con la actitud de un ser ante su Creador y Padre, rodeados y acogidos por su fortaleza y ternura y transportados al tiempo eterno.
2- Cerrar los ojos. Calmar toda emoción. Silenciar toda actividad mental discursiva e imaginativa. Alcanzar el máximo de intensidad para, como sugiere el Papa Francisco sentir que “La oración no es magia, sino un confiarse en el abrazo del Padre. Tú debes orar a quien te engendró, al que te dio la vida a ti concretamente”.
3- Desde esa actitud, sintiendo como dice Francisco que “tenemos un Padre cercanísimo que nos abraza”, recitamos el Padrenuestro de forma sentida:
Versión en Latín:
4- A continuación, siguiendo la indicación de nuestro padre San Bernardo que dice que “ésta es la voluntad de Dios: quiere que todo lo tengamos por María”, rezaremos el Ave María.
5- Continuamos centrando la atención dentro de nosotros mismos, en el corazón, tratando de sentir la presencia del Espíritu de Dios en él. Y así, siguiendo el ritmo de la respiración, según el método de Oración Hesicasta decimos interiormente: