Día 3 San Blas y día 5 Santa Águeda
El Evangelio de esta semana debe de ser muy importante para nosotros.
Habla de la Luz, concepto muy vinculado a Jesús, a San Juan, a los Esenios y a los Caballeros Templarios.
Va de la mano, o resulta ser consecuencia, de otro que nos recuerda cómo Jesús se identificó con La Luz, y trató de compartir con los demás el sentido de su vida.
Un par de frases de Jesús nos pueden ayudar a reflexionar.
“Soy la luz del mundo” Me debo preguntar si Jesús figura entre los guías de mi estilo de vida, o si por el contrario hay aspectos de mi vida que no encajan bien con Él.
Como seguidor de Cristo y buen Caballero Templario deberé ser Luz para los demás, guía del camino a seguir, liderando el cambio en mi entorno. Mi Luz deber ser Jesús.
“Yo sé de dónde he venido y hacia dónde voy”. “He venido del Padre y vuelvo al Padre”. En este mundo nos perdemos haciéndonos preguntas de dónde venimos y a dónde vamos. Jesús nos lo dice claramente. No necesitamos más. Venimos del Padre y volveremos al Padre, siendo esta vida un tránsito fugaz, una experiencia, y puesta a prueba de la entereza de nuestra Fe, nuestra creencia, nuestra fidelidad a Él y a su mensaje. Es un tiempo para implantar su Reino en esta tierra, darlo a conocer y sembrar amor entre los hermanos. Si seguimos la luz de Cristo, seremos privilegiados de que nos lleve con Él en el mismo viaje, y en la seguridad de su compañía.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para arrojarla fuera y que la pise la gente. Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una lámpara para colocarla debajo de un cajón, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa. Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y por ello den gloria al Padre de ustedes que está en los Cielos."
Jesús emplea dos elementos básicos, que todos conocemos, para dar a conocer su nuevo estilo de vida. La luz y la sal. La luz que ilumina, que aleja de la oscuridad y las tinieblas, que deja ver la verdadera realidad con independencia del contexto, y la sal que conserva y da sabor a la vida, así como evita la deshidratación y el agotamiento.
Por muy pequeña que sea una luz, un pequeño candil, nos permite separar la oscuridad total, la desesperanza, la desorientación, la falta de rumbo y el miedo, del camino, la esperanza y la ilusión de poder guiar nuestros pasos. Por otra parte, una pizca de sal hace que cualquier persona agradezca la comida, la encuentre más sabrosa.
Padre, en nuestro mundo hay guerras, enfrentamientos, deslealtades, traiciones etc… por poder, por intereses económicos, por egos personales. Vivimos rodeados de miseria, maltrato humano, esclavitud de todo tipo y no lo queremos ver. Vivimos en las tinieblas, y en ocasiones parece que todo está perdido. Nuestra luz se apaga, y cada vez somos más comodones, más cobardes, menos comprometidos, en fin cada vez más sosos. Estamos perdiendo la sal.
Acepta la mirada del Dios que te ama. Acepta tus nuevos ojos para mirar al ser humano, al mundo, para verle a él y conocer su voluntad. No es momento de preguntas sino de permanecer en calma ante Dios, de sentir ser mirados, y quedar abrazados a la Palabra que nos salva.
1- Posición y relajación del cuerpo, en pie, sentados o arrodillados cada uno asumiendo la postura que favorezca más su concentración. Lo importante, independientemente de la posición que se adopte, es colocarnos con la actitud de un ser ante su Creador y Padre, rodeados y acogidos por su fortaleza y ternura y transportados al tiempo eterno.
2- Cerrar los ojos. Calmar toda emoción. Silenciar toda actividad mental discursiva e imaginativa. Alcanzar el máximo de intensidad para, como sugiere el Papa Francisco sentir que “La oración no es magia, sino un confiarse en el abrazo del Padre. Tú debes orar a quien te engendró, al que te dio la vida a ti concretamente”.
3- Desde esa actitud, sintiendo como dice Francisco que “tenemos un Padre cercanísimo que nos abraza”, recitamos el Padrenuestro de forma sentida:
Versión en Latín:
4- A continuación, siguiendo la indicación de nuestro padre San Bernardo que dice que “ésta es la voluntad de Dios: quiere que todo lo tengamos por María”, rezaremos el Ave María.
5- Continuamos centrando la atención dentro de nosotros mismos, en el corazón, tratando de sentir la presencia del Espíritu de Dios en él. Y así, siguiendo el ritmo de la respiración, según el método de Oración Hesicasta decimos interiormente: