A lo largo de esta nueva semana los evangelios diarios nos trasladan una serie de preguntas, reflexiones y lecciones que debemos interiorizar.
1.- Un grupo de personas llevan a un paralítico ante Jesús abriendo un hueco en el tejado. La fe colectiva en llevarlo ante él es lo que le diferencia del resto. Esto debe interpelarnos. ¿Cultivo mi fe solo o junto a los demás para abrir mentalidades?
2.- La oveja perdida. ¿Dejaríamos 99 ovejas por ir a buscar 1? Solo Dios piensa así. No podemos encerrarnos en nuestro rebaño de 99 ovejas donde nos sentimos cómodos entre nosotros mientras hay ovejas perdidas. ¿Identifico a estas ovejas perdidas? ¿Salgo a buscarlos e integrarlos?
3.- Jesús sufrió por nosotros y compartió nuestras cargas. Una carga compartida es más liviana. Acercarnos al otro es el primer paso. ¿Me atrevo a darlo o paso?
4.- Seguir a Jesús no es una simple decisión intelectual. Lleva implícito compromiso, estar dispuesto a sufrir rechazo, acoso, marginación, desprecio y ser signo de humillación. ¿Estoy dispuesto o me asusta? ¿Prefiero mi título cómodo de cristiano?
5.- La vida es alegría y lágrimas. Seguir a Jesús es alegría y cargar con los sufrimientos. ¿Soy signo de alegría y alivio de los marginados?
6.- Los dirigentes no reconocen a Juan el Bautista como profeta precursor de Jesús. El pueblo sencillo sí. Jesús nos habla por muchos conductos. ¿Abro mi mente y corazón al mensaje de Jesús que llega tanto de la Iglesia como de fuera de ella?
La gente preguntaba a Juan: ¿Qué debemos hacer? Y él les contestaba: El que tenga dos túnicas que ceda una al que no tiene ninguna, el que tenga comida que la comparta con el que no la tiene.
Se acercaron también unos publicanos para que los bautizara y le preguntaron: Maestro, ¿qué debemos hacer nosotros? Juan les dijo: No exijáis más tributo del que está establecido. También le preguntaron unos soldados: ¿Y nosotros qué debemos hacer? Les contestó: Conformaos con vuestra paga y no hagáis extorsión ni chantaje a nadie. Así que la gente estaba expectante y todos se preguntaban en su interior si Juan no sería el Mesías. Tuvo, pues, Juan que declarar públicamente: Yo os bautizo con agua, pero viene uno más poderoso que yo. Yo ni siquiera soy digno de desatar las correas de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego. Llega, bieldo en mano, dispuesto a limpiar su era; guardará el trigo en su granero, mientras que con la paja hará una hoguera que arderá sin fin.
La llegada de Cristo implica la alegría de la comunidad.
La segunda lectura de esta semana, así como el evangelio, nos invitan a abrir caminos nuevos de solidaridad, justicia, no violencia, integridad y siempre sin que falte la alegría.
Gracias Padre por la inminente llegada de tu Hijo, humilde y pequeño, en un portal entre los más pobres.
Acepta la mirada del Dios que te ama. Acepta tus nuevos ojos para mirar al ser humano, al mundo, para verle a él y conocer su voluntad. No es momento de preguntas sino de permanecer en calma ante Dios, de sentir ser mirados, y quedar abrazados a la Palabra que nos salva.
La Luz del Espíritu y la fortaleza de la Palabra nos enseñarán a contemplar las cosas desde Dios y a acoger en la vida lo que es conforme al Evangelio de Jesús.
1- Posición y relajación del cuerpo, en pie, sentados o arrodillados cada uno asumiendo la postura que favorezca más su concentración. Lo importante, independientemente de la posición que se adopte, es colocarnos con la actitud de un ser ante su Creador y Padre, rodeados y acogidos por su fortaleza y ternura y transportados al tiempo eterno.
2- Cerrar los ojos. Calmar toda emoción. Silenciar toda actividad mental discursiva e imaginativa. Alcanzar el máximo de intensidad para, como sugiere el Papa Francisco sentir que “La oración no es magia, sino un confiarse en el abrazo del Padre. Tú debes orar a quien te engendró, al que te dio la vida a ti concretamente”.
3- Desde esa actitud, sintiendo como dice Francisco que “tenemos un Padre cercanísimo que nos abraza”, recitamos el Padrenuestro de forma sentida:
Versión en Latín:
4- A continuación, siguiendo la indicación de nuestro padre San Bernardo que dice que “ésta es la voluntad de Dios: quiere que todo lo tengamos por María”, rezaremos el Ave María.
5- Continuamos centrando la atención dentro de nosotros mismos, en el corazón, tratando de sentir la presencia del Espíritu de Dios en él. Y así, siguiendo el ritmo de la respiración, según el método de Oración Hesicasta decimos interiormente: